lunes, 22 de diciembre de 2008

¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!


Espero que todos paséis unas estupendas vacaciones, una genial navidad y una estupenda salida y entrada de año. Gracias a los que me visitáis (que aunque seáis pocos se os agradece incluso más).

Os dedico esta canción ^^

http://www.youtube.com/watch?v=sQFBdiTMyso

lunes, 15 de diciembre de 2008

The Dark Angel (de Nicky)

Y ahora os paso una historia de Nicky. Parece ser que la gente se ha puesto las pilas y me estñán agasajando con historias casi a diario. Gracias peña, sois de lo mejor. Espero que os guste la historia de Nicky, a mí me gusto mucho. Gracias, patita ^^


Como un ángel caído yacía en el bosque oculta entre espesos arbustos, poseía dos oscuros pares de alas rotas y permanecía acurrucada abrazada a si misma, así habían pasado meses, sola, en aquéllos lúgubres parajes pero ya nada le importaba, aún a sabiendas que en la noche moraban depredadores en busca de su presa todo lo que una vez le hubo importado dejó de tener sentido, el amor la cegó y como castigo destrozaron su frágil corazón, con un cuchillo lo rasgó manando sangre de éste hasta que se secó, al igual que sus lagrimas, regueros negros que caían por sus mejillas como torrentes, Mary Anne se dejó morir a solas en el bosque, desnuda, solo cubierta por sus alas que eran como algodón pero no sentía frió, no sentía nada…..

Abandonó su hogar, a sus amigos, lo dejó todo por seguir a aquél ser que le prometió amor eterno pero fue demasiado tarde cuando se dio cuenta que ese hombre era un monstruo que se aprovechaba de almas inocentes para destruirlas de la peor manera, y fue así como Mary Anne vagó por las calles, sin alma, sin dinero, sin nadie, porque lo había perdido todo por apostar todo lo que poseía a una sola carta y el destino ganó la partida aunque esto no era más que una lección que la joven debía aprender y ahora sabia lo que era importante de verdad pero era tarde, ya no podía volver después de todo lo que había pasado, ya no….

Sentía la lluvia mojar su vulnerable cuerpo, el frío la golpeaba como cuchillos pero la muerte no acudía en su busca, la nieve llegó a cubrirla por completo y algunos animales salvajes estuvieron a punto de devorarla pero por algún extraño motivo Mary Ann no perecía, porque aunque no era consciente de ello, su espíritu albergaba una gran esperanza, en el fondo no deseaba morir, anhelaba la felicidad que la vida le negaba una y otra vez, ¿por qué los dioses le negaban aquello para lo que había nacido?, ¿por qué el amor le era negado tantas veces? ¿Qué había hecho ella que tantas veces dio todo lo mejor de si misma aun sin recibir nada a cambio, para merecer aquél castigo?

Un día, se encontró con una pantera muy hermosa que pretendía matarla para usarla como alimento, Mary no se resistió, al fin había llegado la hora en la que dejaría de sufrir, el animal se sorprendió ante la sumisión del humano que no hizo nada por salvarse, al contrario se tumbó en el suelo con las alas extendidas y solo dijo: Solo te pido una cosa, termina cuanto antes con esta miserable existencia, te lo ruego.

-¿Pero por qué?, ¿no quieres escapar? sabes que voy a matarte y sin embargo no haces nada por impedirlo, no lo comprendo, pensaba que los humanos erais inteligentes y fuertes…

-Pues ya ves, Pantera, yo no soy fuerte ni tan siquiera soy lista, por eso la vida me ha tratado tan mal, porque no he sabido enfrentarme a ella y ahora solo espero que se cobre su victoria. No tengo nada, no tengo familia ni amigos, ni siquiera tengo eso que hace que merezca la pena vivir, el amor de verdad, ese que hace que todo tenga sentido.

-Si de verdad piensas así entonces mereces morir porque eres una criatura débil y cobarde-bramó la pantera exasperada ante tanta negatividad- Debes saber que toda mala racha termina y comienza otra, que aunque no hayas hallado el verdadero amor no debes rendirte por que aparecerá cuando menos lo esperes y recuperarás aquello que perdiste.

-Perdóname, siento contradecirte pero no lo creo, pasado mucho tiempo ya... y no aparece esa alma gemela que todos tenemos en algún lugar del mundo, la mía no existe, debieron olvidarse de mi cuando las fabricaron, termina lo que venias a hacer, te lo ruego.

La pantera rugió y se dio la vuelta, no fue capaz de terminar con su vida pues ella si estaba convencida de que aparecería otro ángel que otorgaría un poco de luz a la oscuridad que la cubría y derretiría el hielo que como una capa de escarcha encerraba su corazón.

-¡¡Pantera!!! ¿Dónde vas? ¿Por qué no me matas? –gritó la joven que se había incorporado sorprendida.

-He decidido que si el destino te ha mantenido con vida hasta entonces no seré yo quien te la arrebate, todos, hasta la más pequeña de las criaturas tenemos nuestro lugar en el mundo y tú también, aunque ahora no lo sepas. ¡¡ Algún día me lo agradecerás!!!

Desapareció corriendo entre los árboles y la perdió de vista, una leve esperanza se instaló en su alma y abrigó sus sentimientos que había olvidado que poseía, pasado dos meses la profecía de la pantera se cumplió con la aparición de un joven inmortal, su rostro era pálido, tan blanco como la luna que le daba una apariencia casi fantasmal, poseía un cabello largo y suave y unos ojos verdes y tristes a la par que emanaban ternura, contradictorio en una criatura de la noche, sus ropajes eran oscuros pero Mary no tenia miedo….

Aquél joven se acercó a la orilla del lago donde bebía agua, arrodillada y con las manos formando un cuenco, dejó de beber y se levantó atraída por su calida presencia y por algún motivo que desconocía supo que era él, su alma gemela. A su lado sentía una paz que hacia tiempo que no encontraba.

-Hola, me llamo Jazco ¿y tú? –dijo aquél otro ángel oscuro, como ella que también vagaba solo por el bosque condenado a vagar solo eternamente. Cuando rozó la mano de aquella joven sucedió algo extraño y maravilloso a la vez, pero cuando la abrazó rodeándola con sus brazos , dada la luz que emanaba transformó aquellas alas negras en blancas y cambió toda su vida en un solo momento.

-Yo…me llamo Mary Ann…

-Pues a partir de ahora te llamaré White Ángel porque serás mi ángel blanco, el que ilumine mis pensamientos y mi vida. –sonrió con tanta dulzura que derritió su corazón y despojándose de su chaqueta negra la depositó suavemente abrigando la desnudez del ángel, ahora de alas blancas que relucían ante el calor de sus sentimientos. Y supo que ya nunca estaría sola…

martes, 9 de diciembre de 2008

LIMBO (de Patrix)

Pues la verdad es que mis niñas se lo están currando un montón y me están ayudando un poco a recuperar este sitio. Ayer L y hoy mi hermanita Patrix. Esta historia me ha gustado mucho, la he encontrado mi filosófica y muy bonita y me gustaría compartirla con todos vosotros espero que os guste. Mil besos: Sele ^^

Caminando bajo la luz del sol, cuyos rayos parecen confundirse con sus cabellos dorados que caen como fulgurantes cascadas sobre sus hombros. La doncella se seca el sudor del rostro y observa el horizonte, sin ver nada, solo el basto escenario que se cierne sobre ella desde hace horas, días... tal vez meses. Pero no se detiene en su empeño, aun sin conocer el destino de aquellos pasos tormentos hacia quien sabía donde. No sabe donde está, ni a donde se dirige, siquiera sabe como llegó allí. Tampoco conoce su propio nombre. Sin recuerdos que la arropen durante sus largos y solitarios días. Sin ser capaz de añorar nada, pues sin recuerdos no existe la añoranza.

Únicamente vive por dar un paso más, por avanzar por aquel desconocido camino que se ha convertido en su única razón de existencia.

Sigue caminando sin descanso cuando siente algo, un cambio a su alrededor. Observa atenta y divisa sombras difusas en la lejanía, sombras que se acercan raudas hacia donde se encuentra la joven, a la vez que ella sigue avanzando sin demora ni temor. Sus pasos permanecen constantes y seguros. Siquiera vacila cuando las sombras ya se convierten en criaturas que enseñan sus afilados colmillos, criaturas que rugen y gruñen. Criaturas sedientas de sangre dispuestas a despedazarla.

Pero la joven ni titubea, aun sintiendo la tensión que puede palmarse en el ambiente, aun sabiendo que las criaturas se lanzaran a por su carne en cualquier momento. Pues ella no teme.

La primera criatura se lanza sobre ella. Y esta da un paso hacia atrás esquivando el ataque. Su rostro no refleja la sorpresa. Es la primera vez que se encuentra con otros seres vivos, al menos que recuerde, pero no tiene ningún miedo.

Su camino la espera, y no deber perder el tiempo. Alza su mano y se ve sujetando una espada con la empuñadura verde, parece hecho de un diamante precioso. Su hoja es plateada, fina y afiladísima y presenta unos extraños y elegantes símbolos. No se cuestiona de donde habrá salido tan majestuosa espada, es suya, simplemente. Y en sus manos casi podría sentirla vibrar, como si dentro de ella hubiera un corazón palpitante. Casi podía asegurar que oía su susurró, como le musitara al oído que juntos acabaran con aquella amenaza.

De pronto la espada pareció bailar en su mano, la joven se movió con rapidez blandiendo la espada uno a uno contra sus enemigos, los cuales parecían casi ir en cámara lenta en comparación con la velocidad con la que actuaba la dama.

Paró en secó, impasible. Un poco de sangre había ensuciado sus finos ropajes, único indicio de la masacre que acababa de dar lugar. Sus contrincantes yacían despedazados y desmembrados por el suelo. No se inmutó lo mas mínimo.

La espada había desaparecido de entre sus manos, pero no le importó, una pequeña sonrisa adornó sus labios, aunque ella no se había dado cuenta de ella. Ahora se sentía acompañada, de algún modo, y aquel pensamiento le resultó reconfortante. Sabía que la espada acudiría a ella en cuanto se encontrara en apuros. Ella era su amiga, vigilante y silenciosa.

Siguió con aquel rumbo incierto sin demorarse un segundo más. Nunca descansaba, no parecía conocer la fatiga, no había dormido durante todo su viaje, ni se detenía. Siquiera se había alimentado, ni había bebido. Pero aquello no resultaba inquietante para la dama, pues ella era victima de un profundo desconocimiento.

Y así permaneció. Caminó, caminó y caminó. Bajo el ardiente sol, sobre las largas dunas, el paisaje era siempre el mismo, monótono, aburrido. Era extraño, pues la dama antes no conocía el aburrimiento, ni era conciente de su monótona situación. Pero desde que se había topado con aquellas extrañas criaturas a las que había dado fin se sentía… impaciente. ¿Añoranza tal vez? Oh sí, sin recuerdos no existe la añoranza. Antes no conocía nada más que ella misma y aquel lugar que parecía no tener fin, pero había descubierto a nuevos seres que la habían obligado a combatir, y echaba de menos aquella sensación que le habían proporcionado. Aquella eufonía, la sensación de superioridad, la satisfacción al vencer. Sentirse poderosa, viva.

Siguió andando y la inquietud parecía atormentarla. ¿Acaso estaba ya sola? Era la primera vez que pensaba eso, era la primera vez que la embargaba semejante angustia. Aquel conocimiento de vida nueva era también el conocimiento a su soledad. Ahh, cuanto deseaba poder blandir de nuevo su espada entre sus manos, sentir su acero apoyándola, cortando la carne y los huesos de sus victimas.

Y por fin, un cambio. Un sonido a su espalda la hizo voltearse y vio a un hombre, su cabello era dorado también, y largo, sus ojos parecían dos amatistas, oscuros y calidos. Dio un paso adelante, en dirección a la dama, en sus manos portaba una espada, y así mismo la joven sintió su propia espada en su mano derecha. Aquello fue el aviso que estaba esperando.

Ambas espadas chocaron de pronto, con fiereza, agresividad. Se separaron y no se dieron tiempo para pensar, volvieron a lanzarse el uno contra el otro alzando sus espadas, dispuestos a aniquilar, despedazar. Destellos de luz surgían entre cada acometida de espadas. Cada golpe era veloz y potente, pero el contrincante se defendía de la misma manera, con maestría, eternamente fulminantes.

De pronto el hombre envainó su espada. La joven se lanzó contra él sabiendo lo que pretendía. No, no le dejaría, aquella contienda acabaría para bien o para mal, poco le importaba el resultado. No fue suficientemente rápida como para impedirle desplegar unas grandes y magnificas alas negras y emprender el vuelo hasta el cielo, pero aquello no la frenaría, no, él era su objetivo ahora.

Alzó sus manos al cielo, en dirección al hombre alado que intentaba huir. Y de ellas emanó una luz abrasadora, un fuego perpetuo salió expulsado de su cuerpo al cielo.
Había actuado por instinto, ella no conocía las capacidades de sus poderes, de hecho cuando había extendido sus brazos no se había imaginado el efecto que provocaría. Observó sorprendía el resultado de su feroz ataque. El cuerpo del hombre yacía en el suelo prácticamente carbonizado, una débil ráfaga de viento basto para deshacerlo por completo, en cenizas que volaron a la lejanía, perdiéndose de vista para siempre.

La doncella sintió una fuerte punzada dentro de sí, en su corazón. Se llevó una mano al pecho y cerró los ojos. ¿Qué era esa sensación? Poco entendía la dama de sentimientos, demasiada soledad a sus espaldas, demasiada ignorancia. Poco sabía ella de la culpa, del arrepentimiento, solo mediante las sensaciones que ahora la cercenaban y que posiblemente nunca llegaría a entender.

Sin más se volvió, otra vez de cara a un camino desconocido, a un destino incierto, a una eternidad a la que nunca encontrará sentido, a cumplir una sentencia silenciosa. Combatiendo contra otras almas perdidas y desgraciadas que allí moran.

Sola y perdida para siempre.

lunes, 8 de diciembre de 2008

LLUVIA DE SANGRE (de L)

Ayer le pedí a L una historia para el blog y la verdad es que ha sido muy rápida. A mí me ha gustado mucho lo que ha escrito y espero que todos compartaís el entusiamos conmigo porque es una gran narradora. Gracias por ser como eres, niña, en serio: Sele
L
as calles estaban desiertas. La lluvia mojaba todo y hacia relucir la luz de las farolas en los charcos. Una chica, con un vestido blanco como la nieve, corría rápidamente descalza. Miraba hacia atrás con desespero y angustia. Se paró en seco. Se toco el cuello y palpó dos heridas sangrantes. Preocupada, volvió el rostro hacia delante y se topo con él.


El vampiro que la había perseguido. Alto. Rubio de pelo largo, de ojos azules como el cielo y una piel fría, tan fría como el hielo, tan fría como la lluvia que los mojaba y hacía que ella temblara de terror. La miró con ternura. Ella se relajó. El vampiro aprovechó su momento de debilidad para aferrar su rostro con firmeza. Ella jadeo. Suavemente acercó su rostro hacia el de ella y la besó. Primero suavemente, después de forma mas apasionada. Ella se entregó entera, sin oponer resistencia a esa fuerza, a ese hombre.

El vampiro comenzó a bajar su mano, rodeando de forma sinuosa las curvas de la muchacha, como el vestido mojado se pegaba a su cuerpo y dejaba entrever su pecho, redondo con sus pezones en punta. Ella se estaba excitando, mientras sentía como la mano del vampiro bajaba por su tripa, llegaba a los muslos y la alzaba en el aire para situarla encima de su cadera. Sus labios se separaron, una sonrisa pícara se poso en el rostro del vampiro. Poso a la muchacha en el saliente de una ventana cercana. La apoyo contra la pared. Y comenzó a besar sus manos, sus brazos, hasta que llego al cuello, donde ignoro las marcas que él mismo le había provocado. Sin previo aviso, llevo una de sus manos hacia la entrepierna de la chica, lo que hizo que esta abriera los ojos de par en par y comenzara a gemir de placer. El vampiro sabia lo que se hacia y mientras manipulaba el clitoris de la joven con una mano, con la otra, acariciaba su rostro, su pelo, sus labios… y la besaba apasionadamente. Justo cuando la muchacha llegó al climax y ya gritó de puro placer pese al beso del vampiro, este se dirigió a su cuello, palpo la herida con su lengua y volvió el beber el líquido que le daría más vida, más poder, mientras que a ella le quitaria todo lo que tenia.

Cuando el cuerpo de la joven yacia inerte en el saliente el vampiro la miró, con pena en sus ojos azules como el cielo que hacia años, siglos que no veia. Pensó, como la vida de algo tan bello como aquella muchacha podia servir de alimento a un ser como el. Pero así son las cosas. El vampiro se deshizo de su ropa y dejo que la lluvia, que aún bañaba las calles, cubriera su cuerpo, y le quitara esa sensacion de culpabilidad. Tiró su camisa blanca manchada de sangre al suelo, se despojo de su pantalón y revolvio su cabello al mismo tiempo que las gotas terminaban de mojar las partes más intimas de su cuerpo vampírico.

Volvió la cabeza hacia atrás de nuevo. Recogió sus ropas. Y caminó calle arriba, camino de su guarida, como un fugitivo cualquiera en la noche, como el asesino que era. Pero él era inmortal, se dijo, alzo la cabeza hacia el cielo y susurro con su voz melodiosa:
- Soy Alexander…

miércoles, 15 de octubre de 2008

EL INTOCABLE

CAPÍTULO 3: EL BRUJO

Los dedos de Martin se enredaron en el cabello color fuego de su compañera de baile, bajando hasta acariciar la base de su cuello. Shania se envaró por unos momentos, aquello estaba siendo demasiado agradable para su gusto y era una misión que no debía ser como cualquier otro encargo ordinario. Le retiró de su cuerpo con un movimiento y negó con la cabeza, tal y como le habían enseñado las otras mujeres del clan: "un macho no puede tener siempre lo que quiere" le habían dicho.
- Vamos a mi casa- casi rogó Martin, tan cerca de su oído que ella pensó que continuaría besándola con lujuria. Los ojos de Shania centellearon, aquel humano podía ser el joven de la famosa profecía, pero no tenía demasiadas luces, pues iba directo a su suicidio.
- Claro- contestó ella, y ambos salieron del local tomados de la mano. Los compañeros de Riddley ya estaban acostumbrados a que el joven de cabello rizado acabase bailando- en más de un sentido- con la más guapa.

El Intocable era todo un caballero, de manera que colocó su chaqueta sobre los pálidos hombros de la pelirroja. Ella sonrió y se arrebujó en la prenda, que le quedaba grande. Todo aquello era innecesario, un vampiro jamás sentía ni frío de calor.
- Gracias- en cualquier caso debía actuar como una joven normal y corriente, de modo que cerró pulcramente la chaqueta, y entró por la puerta abierta del copiloto que él sostenía. El vehículo era de gama alta, un Mercedes tal vez, estaba muy bien cuidado, al parecer la suerte- como era de esperarse- estaba de su parte. Shania oyó atentamente a su interlocutor, parecía culto y letrado y el olor de su sangre cálida era delicioso. Era una pena que tuviese que acabar muriendo. Los ojos de la inmortal memorizaron el camino. En esas estaba cuando el coche se detuvo.
- Hemos llegado- anunció Martin y volvió a comportarse como un galán chapado a la antigua.

Caminaron por un pequeño jardín, lugar en el que habían estacionado y Martin la hizo entrar a un chalet adosado bastante confortable.
- ¿Te apetece beber algo?
La vampira asintió, a un no muerto no le sentaba precisamente bien el alcohol o la comida, pero estaba convencida de encontrar un modo de que él no se percatase del detalle. Lo tenía todo planeado, y si las cartas eran las adecuadas podría llevárselo vivo, aunque no era su prioridad. Estaba observando un cuadro que representaba la caída de Satanás a los infiernos cuando Martin le entregó el vaso de Whisky. Aquella pintura le resultaba vagamente familiar, tal vez Marco o algún otro anciano tuviese uno parecido.
- Era de mi padre- susurró el empresario, con sus ojos pardos posados también sobre la obra.
- Tiene un gusto exquisito- y mostró algunas pinceladas- el uso del claroscuro es soberbio- ¿sabes de dónde lo sacó?
- No lo sé, solo vi a mi padre una vez, cuando era niño- la chica parpadeó, otra cosa que habían tenido que recordarle- era un hombre pintoresco, pero no hablemos ahora de él- tomó ambos vasos, los dejó sobre la mesa y abrazó a Shania.

La muchacha se mostró algo insegura en primer momento, pero recordó el fin de todo aquello e intentó aparentar que lo estaba deseando. Desabrochó la camisa de su presa y quedó bastante complacida: ese humano no estaba nada mal, para ser un mortal, claro. Los besos se volvieron más apasionados, la ropa dejó de ser un problema y Shania supo que aquel era el momento idóneo: solo tenía que agarrar su garganta y apretar hasta dejarle sin respiración. Cerró los ojos y sofocó un gemido que se escapaba de sus labios, ¿qué demonios le estaba ocurriendo? Martin le besó el cuello y la muchacha echó la cabeza hacía atrás, con ardor. Tenía que conservar la compostura, se concentró en ello y al fin, en un momento de serenidad movió la mano por el pecho desnudo del empresario, rumbo a su cuello. Mas no concluyó el gesto, sus sentidos agudizados le decían que acababa de aparecer alguien más. Saltó desde el sofá a la pared y se asomó por la ventana, intentando vislumbrar algo. Siseó al darse cuenta de lo que ocurría: un nutrido grupo de túnicas oscuras se habían parapetado frente a la puerta principal de la casa de Martin. Shania estaba segura de que venían a arrancarle al intocable de las manos.
- ¿Ocurre algo?- preguntó el sorprendido joven, que se estaba vistiendo.
- Tenemos que irnos- en esos momentos, y para dar credibilidad a la urgencia de la huida, la ventaba estalló a su lado. La vampira gruñó al sentir las esquirlas de cristal en la piel desnuda pero no dijo nada. El joven estaba intacto- obviamente- y le tendió su vestido que se puso enseguida. Luego tomó una bolsa al azar, metió algunas mudas y algo de dinero en metálico. A continuación salieron corriendo, ¿cómo se habían enterado tan pronto los magos de su ubicación? Incluso el líder, el Temible Jhasan el brujo, estaba allí. Parecían desear a Martin tanto tomo los inmortales, pero la pelirroja pensaba oponer la mayor de las resistencias.

sábado, 26 de julio de 2008

EL INTOCABLE

CAPÍTULO 2: EL BESO DEL INMORTAL

Pues nada, ¡he vuelto!
Sé que sois pocos los que me seguís (menuda lerda que soy xD) pero aquí está el segundo capítulo de esta historia. Espero que os guste: Sele

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- Llevo un rato preguntándome que hace alguien como tú sin un poco de escolta, es realmente raro, ¿cómo te llamas?- el escaso tacto del que hacía gala Martin , a juego con su mirada de niño bueno, conformaban el encanto del joven empresario. Ella dudó unos segundos, mas se rehizo al momento y le tendió la mano, intentando parecer seductora.
- Soy Shania Scott,- entre los suyos la consideraban una mujer fría, por eso no entendía que le hubiesen entregado esa misión justo a ella, sin embargo el papel de femme fatale no parecía dársele mal.
- Martin Riddley- y aferró los helados dedos de la muchacha con delicadeza, éstos en unos momentos perderían toda la escarcha y serían calentados por él mismo.
Durante minutos- el tiempo que duró la conversación y el inocente flirteo- los ojos del joven moreno viajaban de las piernas cruzadas de Shania a su generoso escote. No estaba acostumbrada a aquello- era una guerrera, un arma que solo era capaz de aniquilar. El hecho de que un apuesto humano la cortejase suponía todo una novedad, quizás jugase un poco con él antes de entregarlo a sus superiores, sería... instructivo, por decirlo de alguna manera. En esos momentos no solo los ojos de Martin estaban colocados sobre su muslo, sino también la mano derecha del joven que lo acariciaba suavemente. Sonrió, si, definitivamente el Intocable era un humano interesante, digno de ser estudiado.
- ¿Quieres bailar?- preguntó él en ese momento, "¿por qué no?" pensó la inmortal y juntos se dirigieron hasta el centro del local, ya que bien, mirado, no había otro lugar para ese fin.

Mientras los rizos color ónice del joven se mecían, al igual que todo su cuerpo, debido a la carcajeaba que acababa de proferir, mientras Shaina pensaba el mejor modo de noqueárlo y llevárselo de allí, quizás en un descuido durante aquel contoneo incesante de caderas, no, era demasiado arriesgado, mucho mejor cuando se marcharan, seguro que él pretendía acariciar algo más que una de sus piernas, y ella pensaba aprovecharse de esa inmunda obsesión de los mortales por el sexo. Sonrió coquetamente y retiró uno de los mechones que había caído sobre su rostro, momento que aprovechó Martin para tomarla de la cintura y acercarla hasta su pecho con obsesiva decisión. Aquello empezaba a carecer de pintas de juego para la pelirroja, ¿un humano se atrevería a besarla? muchos lo había intentado y ninguno lo había logrado, todos habían acabado muertos. Sin embargo nunca había tenido que tomar a su presa en medio de un bar abarrotado y tampoco había tenido entre sus manos una pieza tan preciada como MartinRiddley.

Apretó los brazos alrededor del cuello del Intocable. No le impotaba alterar un poco sus ritos con Marco. Un beso por un nuevo mundo para ellos era un precio que estaba dispuesta a pagar, mil veces si era necesario.
- Espero que no seas una esposa despechada- susurró el joven moreno y Shania se encogió de hombros. La habían convertido antes de casarse, de hecho era virgen, y solo la había besado Marco, la primera vez durante la conversión, y quizás alguna que otra vez los doscientos años siguientes. A ella no le hacia falta el contacto físico, se conformaba con ser la reina de su maestro, los besos y otras cosas eran nimiedades, no era importante darle uno o dos a aquel hombre.
- Soltera entonces- ese joven tenía una voz bonita, pero poco más aparte del delicioso olor que desprendía. A fin de cuentas era un siempre humano, ¿qué se suponía qué estaba esperando la vampira?
- Soltera- repitió, sin tener- ni por asomo- todas consigo- supongo que tú no tendrás mujer ni hijos.
-Efectivamente.

Shania nos abía como actuar con aquel tipo. Era una de esos no muertos que había perdido casi toda su humanidad a la largo de los siglos, y por si eso fuera poco no tenía ningún tipo de experiencia en temas románticos, se sentía como una adolescente primeriza. Odiaba saber que no tenía el control, pero debía seguir adelante con el plan, era un soldado, no podía olvidarlo, aunque bien pensado, ni aunque lo hubiese intentado habría logrado ese propósito. Quizás por todo eso el beso la pilló desprevenida, desarmada y en cierta medida reticente, pero se sobrepuso e hizo lo esperado: enganchar sus labios en los del tal Martin y dejarse llevar.
A fin de cuentas ese intercambio de saliva no estaba siendo tan desagradable como hubiese esperado tratándose de un humano.

martes, 20 de mayo de 2008

EL INTOCABLE

CAPÍTULO 1: ENCADENADOS EN UNA MIRADA

Martin lo sabía perfectamente. Lo había sabido desde la primera vez que se encontró con ella en aquel antro que osaban llamar bar, con aquella mujer de peligrosas curvas, cabello de fuego, rasgos cincelados por los dioses y ojos que le hacían perder la poca cordura que pudiese quedarle. Aquella joven sería su perdición. Martin Seamus Riddley era un joven que poseía una habilidad innata para atraer a los problemas. Sin embargo esa no era su única cualidad, pues de igual modo que los infortunios le perseguían, él tenía el poder de esquivarlos. Cuando solo contaba cinco años casi perece en un incendio que devastó un distrito entero y de adolescente había sido el protagonista absoluto de un aparatoso accidente automovilístico del que solo se había llevado unos arañazos en el hombro. Al darse cuenta de su capacidad de salir indemne, encontrándose ya en la edad adulta, empezó a coquetear más en serio con el peligro, si la suerte seguía de su lado nada podía pasarle.

Drogas, alcohol, mujeres hermosas… el sagaz y atractivo Martin jugaba con todo lo que estuviese a su alcance y pudiese proporcionarle algún beneficio, sin importarle el precio a pagar, él siempre ganaba, o al menos había ocurrido así hasta que Shania se cruzó en su camino. Aquella noche acudió junto a unos compañeros de la próspera financiera en la que trabajaba a un local recomendado por uno de ellos. Todos eran hombres jóvenes que pasaban el rato, de modo que al aventurarse hasta los rincones más sórdidos de la ciudad no hacían daño a nadie, únicamente a ellos mismo, y algunos ni eso, porque como bien hemos aventurado hace pocas líneas Martin parecía ser inmune a las consecuencias de cualquier acto, por muy nocivo que fuese.

Ela estaba sentada en la barra sobre un taburete alto, con un ajustadísimo vestido color carmesí, mirando a su alrededor, como si estuviese eligiendo a su presa, y nunca mejor dicho. Esa joven le atrajo desde la primera vez que sus miradas coincidieron, de un modo casi casual, y no únicamente por lo evidente, sino por el peligro que exhalaba cada poro de su pálida piel. Esta vez era plenamente consciente de ello: una mujer tan bella como lo era ésa solo podría traerle problemas, quebraderos de cabeza e infelicidad. Su instinto casi le gritó al oído que se marchase, pero movió la cabeza enérgicamente, en sentido horizontal, no le importaba cuan letal pudiese ser el encuentro con la pelirroja, su inmunidad era el único escudo que precisaba. Se observaron mutuamente durante unos instantes más, y entonces él se acercó.

Shania, aquel era su nuevo nombre y la mujer pelirroja debía hacerse a la idea, tenía que acostumbrarse a pronunciarlo con naturalidad, como sin realmente le perteneciese por nacimiento. Aburrida, movió la pajita en su bebida sin empezar y sopesó las posibilidades que le ofrecía la noche: estaba en aquel repugnante local para llevar a cabo una misión. Era necesario que se concentrase en ella y no perdiese la concentración bajo ningún concepto. Si más tarde tenía algo de tiempo libre ya pensaría como invertirlo de un modo más entretenido. Sus superiores dijeron- totalmente convencidos de que la información que les habían vendido era fiable- que él estaría allí: el Intocable, un hombre cualquiera con un potencial tan grande que ni siquiera el mismo conocía.

El oráculo, esa anciana sin nombre a la que todos respetaban sin importar su puesto en la jerarquía de los Eternos, había hablado sobre él y Shania sabía a que atenerse, sin embargo la profecía era realmente confusa, y desde que la había escuchado ésta se repetía constantemente en su mente, de un modo demencial “Al que nadie puede tocar, el heredero de la estirpe del dolor. Su sangre, alimente de los nuestros y fuente de toda poder y el único vino que podrá ascendernos. Solo el elegido siesga, la sangre pide sangre, quien sostenga el cáliz abrirá la puerta y unos cuantos- los considerados dignos- la traspasarán con él. El fuego nos liberará”

Los líderes estaban seguros de lo que debía hacerse, era lo que habían estado esperando, y la joven con ellos. Lo que le sorprendía era que recayese sobre ella el honor de apresarle cuando apenas tenía doscientos años. No importaba, jamás cuestionaría las órdenes que le habían dado, y mucho menos las de Marco, él era el líder de la Orden y ella soñaba con reinar con él. Tal vez si le entregase al Intocable pudiese tocar sus deseos con los dedos.

Sonrió para sí misma y se volvió a medias, para darse cuenta que unos ojos castaños la observaban con detenimiento. Dejó caer los párpados un segundo, entregándose por completo a sus instintos, el olor de ese humano era delicioso, era puro néctar y sus ojos parecían atravesarla como espadas prendidas en llamas, no había dudas, era él, no podía ser otra persona, y Shania estaba de suerte, pues el muchacho se acercaba precisamente a ella. No sabía porqué, pero además del aura de poder que rodeaba al muchacho había algo en sus ojos que la hacía temblar. No sabía de que se trataba, pero intentó no pensar en ello.

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Parece ser que mi imagianción ha regresado después de unas largas vacaciones xD espero que os guste esta nueva historia que se me ocurrió el domingo estando en el tren. He vuelto un poco a mis orígenes, oscuros, pero recordad, teneís que escribirme cositas, que quería subirlas aquí, chicos. Y poco más, que espero que os guste esta historia. Saluditos ^^

jueves, 15 de mayo de 2008

BREVE HISTORIA

Si, se puede decir más alto pero no más claro, esta es una breve historia, mucho más amable que las que normalmente escribo, pero bueno, todos tenemos días claros, ¿no? la verdad es que quería poner algo bonito, espero que os guste a todos y que me dejéis comentarios, ¿vale? Muchos besos para todos ^^

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Fría y racionalmente, aquello que había ocurrido era todo cuanto se podía esperar de una situación semejante: una larga y extraña enfermedad contraída en el Trópico solía finalizar precisamente como en este caso, con una muerte agónica y patética tras meses de agonía. Sin embargo una pequeña esperanza seguía brillando en el corazón de la pobre huérfana que entre sollozos se colocaba el vestidito negro. La delgada mano de una criada cayó en su hombro, y tiró de ella con violencia, sin un ápice de compasión, para llevársela de allí rápidamente hacia un sitio mucho más oscuro y tenebroso: un lúgubre cementerio sobre el que no paraba de llover copiosamente.

Los vehículos no paraban de aparcar junto a la valla del camposanto y éstos se multiplicaban a cada minuto que pasaba, Grace había sido una mujer muy querida durante toda su vida. Sin embargo la niña de ojos tristes no conocía a ninguna de las personas que le acariciaban el cabello con ternura y le ofrecían palabras de consuelo, ¿dónde estaba aquel señor qué en ocasiones visitaba a su madre y parecía tan cariñoso con ambas? A la chica de doce años, cuyo nombre era Lily, le gustaba mucho ese hombre, aunque no sabía demasiado sobre él, solo que se llamaba Max.

Las nubes descargaban sus lágrimas negras de modo desmesurado, casi con violencia, y el viento huracanado se hacía más evidente a cada momento que pasaba, ¿qué iba a suceder con ella? Parecía gritarle el Dios Eolo, nadie le decía nada, al igual que ninguno de ellos notó cuando se puso a llorar, pues su rostro y su pequeño cuerpo estaban demasiado empapados para que las brillantes lágrimas destacasen demasiado en sus claras mejillas. Ni siquiera la huraña doncella que sostenía su mano con desgana se dio cuenta del malestar que se acomodaba en el corazón de la chiquilla. Lily no sabía porqué su madre había muerto, no conocía las razones de su fallecimiento, y tenía miedo. El amigo de su madre, aquel al que ella se lo encomendó no había dado señales de vida, ¿la habría olvidado por completo?

Un rayo brillante, del color del ámbar, partió en dos la escena, a dentelladas, mostrando de aquel modo al atractivo hombre que tan feliz había hecho a su madre. Sus ojos azules, del mismo color de la escarcha, miraban fijamente a la niña, no pensaba permitir que los sucios estafadores que formaban parte de la familia política de la desaparecida Grace la hiciesen sufrir. Muy pocos conocían el secreto, el duro misterio, que le había llevado hasta allí, que esa chiquilla temblorosa de rubios tirabuzones fuese en realidad su propia hija.

Su querida Grace, la luz de sus ojos, se había casado con un hombre al que no amaba, se lo habían impuesto de un modo más o menos razonable y ella simplemente había obedecido, como solía hacer siempre. Él apareció unos cuantos meses después de la boda y pudo sentirse orgulloso de haberla hecho sonreír de nuevo. La joven produjo un efecto similar en él: fue como un soplo de aire fresco en su solitaria vida. Al principio solo se veían de vez en cuando, pero a medida que pasaba el tiempo los encuentros se hicieron más frecuentes y la pasión les desbordaba, de modo que a ninguno de los dos les extrañó que Grace quedase en estado de buena esperanza. Le ocultarían al mundo que lo que debía de nacer del vientre de la joven era de Max, al igual que habían escondido su relación, pero no pudo ser así del todo, pues un descuido de enamorados hizo que la madre de Giles, el marido de su amada, les descubriera y al hacerlo la mujer se sintió con el poder suficiente como para amenazarles: si se atrevían a continuar con aquello haría todo lo que estuviese en sus manos para arruinarles la vida. Grace conocía el poder de su suegra, haría cualquier cosa, incluso intentar quitarla a la personita que crecía en su interior, aunque no conociese su existencia por el momento, de manera que ambos, esos dos amantes tan entregados, decidieron ponerle fin a aquella relación, por el bien del bebé.

De modo que Max pasó a ocupar un papel que no hubiese deseado tener en la vida, solo podía ver a su pequeña de noche, escondido tras unos arbustos. Lily era una niña preciosa y al parecer había heredado su cabello rubio, pero tenía la dulce mirada de ojos castaños de su madre. No soportaba ver como Giles la mimaba como si fuese hija suya, pero entendía que era lo mejor para ella. El bueno del marido de Grace la cuidaría mucho mejor de lo que podría hacerlo él, que no era más que un fugitivo. Se sentía tremendamente frustrado, telefoneaba a la madre de su hija, le mandaba mensajes, pero todo aquello no era nada comparado con la satisfacción que sentía al estar junto a ella. Deseaba con todo su corazón poder tener la ocasión de criar a la chiquilla juntos, pero no se hacía ilusiones al respecto, pues aquellos sueños eran del todo imposibles, inalcanzables. Sin embargo había algo con lo que Max no contaba, que faltaba poco tiempo para que se volviesen a reunir, aunque fuese por escasos meses.

La ventana por la que veía crecer a la muchachita se le quedaba pequeña, pues cada día que pasaba era una aventura para Lily, que no paraba de pasear arriba y abajo, jugando y siendo feliz. Al verla así no pudo más que cerrar los ojos, aquello era un castigo divino por todos los errores que había cometido en el pasado, no podía tratarse de otro asunto.

Durante una de sus noches de observación se sintió audaz y se atrevió a un poco más, se acercó hasta el jardín para poder ver a la niña desde una posición más ventajosa. Ese día estaba tocando el piano junto a su padre, o mejor dicho, el marido de su madre, y eso hizo que le doliese sumamente el corazón. Debía alejarse, era su mejor y única opción, y así fue, mantuvo esa decisión siete años, hasta que le llegó por sorpresa el correo electrónico de Grace desde un país lejano. Giles había muerto de una rara enfermedad en el Trópico, pero ella regresaba en breve a casa y estaba perfectamente, si él quería podían volver a verse e incluir a la niña en algunas de sus reuniones. No es que le desease ningún mal al marido de su amada, se había portado muy bien con la pequeña Lily, pero no podía evitar sentirse pletórico, por fin le había pasado algo bueno: huir de la policía, viajar de cuidad en cuidad y perder a Grace habían sido suficientes desastres por una temporada. Ahora recuperaría lo más importante y con seguridad los tres podrían volver a ser felices.

En unos meses consiguió hacerse con la amistad de la niña, que había comenzado a llamarle tío Max (seguramente cuando fuese un poco mayor le explicasen que aquel caballero de cabello dorado era realmente su padre, pero de momento él se conformaba con tenerlas cercas a las dos) y disfrutaron de la fortuna de su amante, sin embargo todo se torció repentinamente, sin previo aviso, la madre de su hijita había contraído también la rara enfermedad que mató a su esposo, pero los síntomas se dejaron ver más tarde y no había nada que pudiesen hacer por ella, iba a morir. El fugitivo leyó el testamento cuando Grace se lo tendió y pensó que aquello que estaba escrito en él era lógico, la niña se convertiría en la heredera de sus padres. Lo que no le pareció nada razonable fue que la chiquilla tuviese que ir a vivir con su supuesta abuela materna, la madre de Giles, ya que aquella señora conocía su secreto, sus encuentros, y si sabía unir piezas- estaba plenamente convencido de ello- sabría que aquella niña de rubios cabellos no poseía parentesco alguno con su moreno y difunto hijo. No iba a tratar nada bien a Lily, si es que su amada moría, porque él aún albergaba el secreto deseo de que sobreviviese, cosa que no ocurrió, pues allí se encontraba, en el cementerio, resguardado bajo un árbol y contemplando como el féretro de la mujer de su vida era tragado por la oscuridad.

Clavó nuevamente su mirada en Lily. Estaba llorando y nadie a su alrededor la consolaba, todos ellos eran unos perros. Aún no sabía como iba a hacerlo, pero tenía clara una cosa: no iba a permitir que esos malditos snobs le hicieran daño, aquella pequeña era su hija y una vez enterrada su madre él era el único responsable de su educación. Se echó el cabello hacía atrás y esperó, con paciencia, que era una de sus mejores cualidades, debía encontrar el momento propicio, cuando la abuela hiciese su aparición. Había investigado sobre esa mujer y era la maldad personificada, de modo que dio por sentado que le comunicaría su destino a la pobre niña en el peor momento posible, en el más cruel, es decir en ese en el que se encontraban. Max estaba en lo cierto, huir durante tanto tiempo le había convertido en un gran conocedor de la naturaleza humana. La señora se llevó a Lily a un aparte y su padre la escudriñó con la mirada, cuando tuviese su propia señal sobre el asunto acudiría al lado de su hija.

La niña observaba a su abuela de modo desconcertado, ¿por qué tenía qué irse con ella al otro lado del país durante una temporada?, ¿a qué venía esa cara de hastío al mirarla? No pensaba ir a un internado, no quería mudarse, ¿por qué nadie tenía nunca en cuenta su opinión? Quería echarse a llorar, pero tuvo la suficiente fortaleza para mantener la mirada de desafío en los ojos un poco más.
- No pienso irme a ningún sitio, abuela Dora- no le estaban fallando las formas, pero la señora no estaba muy por la labor de hacerle caso a una niña de doce años.
- Harás lo que se te mande- allí estaba la señal que estaba esperando su padre. Aquella vieja acababa de levantarle la mano a Lily y él la detuvo justo a tiempo.
- ¡Tío Max!- por fin, allí estaba el amigo de su madre, con él presente las cosas no tenían más remedio que mejorar.
- Le agradecería que no volviese a acercarse a ella con unos gestos tan hostiles- la voz del hombre de ojos de hielo era suave, pero no admitía réplicas de ningún tipo.

Las miradas de Dora y Max se encontraron y fue como si estallasen dos fuerzas antagónicas con toda la fuerza posible.
- No se meta en esto- escupió la altiva señora en toda la cara del padre de Lily.
- Si se atreve a hacerle daño lo lamentará- aquello era una amenaza en toda regla, tanto la abuela de la niña como su padre sabían que era capaz de cumplirla. A continuación cogió la mano de la chiquilla vestida de negro y se la llevó de allí. Dora le gritó, pero la ignoró, prefería tener que matarse a trabajar para mantener a la jovencita que dejarla en manos de semejante arpía.
- ¿Dónde vamos, tío Max?- preguntó la niña, más feliz que hacía escasos minutos y apretando con fuerza la mano del hombre que la sostenía.
- A un lugar mejor que esto, preciosa, ¿quieres ir a la playa?- cuando pasaran un par de años tendría tiempo de explicarle todo, en esos momentos se conformaba con haberla salvado de las garras de aquella anciana tan prepotente.

viernes, 21 de marzo de 2008

MI HERMANO

Que penita más grande... ahora ni la gente que solía firmarme me deja su autógrafo, solo mi chico, te quiero mucho vida. En cualquier caso aquí os dejo otra historia, si quereís leerla ahí va, besos para todos, y no pasa nada, ya volvereís (muajajajaja, risa malvada) ya volvereís. Betiticos: ***SeLe***

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Me duele el pecho, y es un dolor completamente diferente a cualquiera que yo haya sentido antes. Es como si me fuera a reventar, esparciendo a mi alrededor todo su contenido, como un cubo lleno de deshechos que lo esparce debido a la arremetida de un caballo furioso. Intento mantenerme despierto, es algo que tengo que hacer, debo encontrar las fuerzas, sin embargo la sangre de color negro que encuentro en mis manos cuando me las llevo al vientre me disuade. Intento hacer memoria, recordar que ha ocurrido exactamente, mas grandes y tupidos cortinajes obstruyen mis recuerdos. Recapacito, abro y cierro los ojos en varias ocasiones, y el velo que antes tapaba completamente mi raciocinio se evapora. Descarto una vivencia tras otra y finalmente me planto frente a un enorme portalón de roble. No tengo dudas que tras ese gran trozo de madera labrada encontraré aquello que estoy buscando. Toco la puerta y ésta se abre, como por arte de magia. Entonces lo veo, un caballero de largo cabello castaño me ha clavado una espada en el estómago. Se me cae el yelmo y los ojos de mi atacante se sorprenden, aquello no se lo esperaba, ni yo tampoco. Es mi hermano.

Un grupo de luces y destellos me traen nuevamente al campo de batalla, sin embargo el silencio es ahora la nota predominante. Los gemidos, los gritos y las maldiciones que antes me rodeaban se han apagado de un modo radical, agresivo, me atrevo a decir. Sé, estoy completamente seguro, que yo correré la misma suerte. La ironía es algo tan patético… había decidido que cuando acabase aquel combate olvidaría mi vida de caballero y no volvería a luchar, sin embargo ahora esa decisión ya no está en mi mano. Tengo sueño, demasiado, por eso ahora cerraré los ojos, como han hecho todos los que ya no respiran a mi alrededor, y nunca más volveré a abrirlos, y vosotros, que ahora leéis esto seguramente os olvidaréis de mí con las misma celeridad con la que me conocisteis, como aquellos que arrojen mis restos hasta el fondo de una fosa común. Nadie sabrá jamás que fue mi propio hermano, mi idolatrado hermano mayor, el que sesgó mi vida, pero supongo que ya no importa.



jueves, 31 de enero de 2008

EL FIN DE TODAS LAS COSAS

Las calles adoquinadas de aquella ciudad sin nombre presentaban el aspecto desolado de una arboleda carente de vida, de un cementerio que nadie visitaba ya.
La lluvia, mezclada con la sangre de los inocentes dotaba al suelo de un tono rosado a juego con dos pares de ojos que clamaban por nuevo alimento. Sus nombres, aquellos que les otorgaron en la pila bautismal se habían convertido ahora en pasto de las llamas. El antiguo letrado había borrado su identidad para siempre y ella… jamás había tenido una, ni siquiera había sido capaz de conservar la que él le prestase al inicio de su andadura inmortal.
Caminaban bajo la luz de la luna nueva en constante alerta, como presas que temiesen ser descubiertas por unos sobrenaturales depredadores.

Con los ropajes raídos, y vestida como un chico, la antaño angelical criatura tomó la mano de su amor inmortal, su antiguo primo Christian. Él mostró sus afilados colmillos, en lo que pretendía ser una dulce sonrisa.
- Nos van a encontrar- la muchacha no podía aguantar aquella tensión, se chocó contra el frío pecho de él, que acarició suavemente aquellos cabellos de ángel que siempre había amado.
- Huiremos, y ellos no nos seguirán esta vez- ella negó insistentemente con la cabeza. Habían cambiado de identidad en innumerables ocasiones a lo largo de los siglos y podían volver a hacerlo, sin embargo el círculo de ancianos siempre daba con ellos, y tenían que huir del país en el que se hubiesen establecido.

Él comprendió, convencido por las insinuaciones corporales de su compañera y cerró los ojos. Sus palabras de aliento sonaron vacías, incluso para él y supo que estaban condenados, que el final de sus existencias estaría marcado por la salida del sol. No temía por él, siempre había sido consciente que acabaría así, o de un modo similar, sin embargo la muerte de su amada era más de lo que podía soportar. La había tomado para permanecer juntos para toda la eternidad y aquella no era su idea de infinito, ni mucho menos.
Suspiró, con las manos del color de la nieve aún enredadas en aquellas suaves ondas de la única mujer de la que se había enamorado, su creación, su creación inmortal.

Los bebedores de sangre jamás derramaban lágrimas, o al menos eso cuentan las leyendas, y si lo hacían, ocasión especial esa, el líquido que manaba de sus perturbadores ojos estaba teñido de color carmesí. Durante los cientos de años que permanecieron juntos, la pareja sin nombre jamás había llorado, sin embargo la desesperación que se apoderaba de ellos hizo que lágrimas de sangre resbalaran por la tez de la vampira más joven.
El previamente conocido como Christian sintió que lo poco que le quedaba de determinación se esfumaba con cada nueva lágrima que recorría el semblante de su prima.
Mientras todo eso ocurría, y casi sin darse cuenta, había tomado una decisión, la más dura y a la vez la más honesta de toda su larga existencia.

Acercó ahora la gélida mano hasta la mejilla de la muchacha, arrastrando de este modo las rojizas lágrimas.
- Yo estaría dispuesto a cualquier cosa para salvarte- confesó, abrumado por los sucesos que iba a llevar a cabo, también por la mirada angustiada que ella le brindaba en esos momentos.
- ¿Por qué me dices esto?- sus instintos sobrenaturales le transmitían que en las palabras del otro había algo oculto, algo que no le contaba.
Él se encogió de hombros, como si nada ocurriese, desdeñando de ese modo cualquier hipótesis.
Volvieron a ponerse en camino, y tras correr a gran velocidad por el laberinto de calles, plazas y demás mobiliario urbano, sus pasos, algo debilitados por el hambre y el cansancio, les condujeron hasta una casona abandonada en las afueras. En pocos momentos convirtieron el sótano en su refugio y se prepararon para pasar el día siguiente.

La joven de rubios cabellos despertó de su sueño diurno a la hora exacta del crepúsculo, como estaba acostumbrada y estiró su delicada mano para encontrar la del atractivo vampiro que siempre la acompañaba. Él solía abrir sus gélidos ojos antes que ella, de modo que ese tierno gesto se había convertido en una especia de tradición.
Sin embargo en aquel ocaso no se produjo el ritual, él no estaba allí, y eso solo podía dar eco a los pensamientos del día anterior respecto a la frase que pronunció: “hacer cualquier cosa para protegerla”
La vampiresa se levantó, como si el mismísimo diablo la hubiese poseído, y salió a la calle, con su disfraz de chico arreglado en la medida de lo posible y el alma resquebrajándose por momentos.

Tras haber caminado hasta la medianoche, sus esperanzas se desvanecieron, como las hojas caídas son arrastradas por el inexorable viento.
Se hallaba en un oscuro bosque joven, con sus ojos como única luz, preguntándose donde se encontraría aquel al que buscaba, y entonces alguien la asaltó: era un hombre extremadamente joven, casi un niño, pero sus ojos atestiguaban las innumerables décadas que había vivido.
Amablemente la invitó a acompañarle a la morada temporal de los ancianos en aquella ciudad y no pudo negarse, en parte por el poder que emanaba de aquel muchacho y en parte porque necesitaba encontrar a su compañero inmortal.

Caminaron en silencio, arrullados únicamente por los latidos de un corazón de metal y cristal: el reloj de la Plaza Mayor. Finalmente enfilaron una estrecha vía que daba lugar a una gran avenida, donde una mansión que bien podía pertenecer a un príncipe les dio la bienvenida con su estridente iluminación.
Penetraron en ella discretamente y la joven fue conducida hasta un suntuoso salón, donde tres personas sentadas en asientos ricamente labrados custodiaban a una cuarta, que, crucificada sobre la pared, tenía una estaca clavada en el pecho.
La joven tragó saliva ante la macabra visión de su inerte amado. Sin embargo era consciente de que no estaba muerto, únicamente inmóvil.

Haciendo gala de una sangre fría que estaba lejos de poseer o sentir se arrodilló y uno por uno dio nombre a los tres ancianos que se encontraban frente a ella.
- Nikolai, Gabriela, Lee- los había nombrado tal y como estaban sentados: el sombrío moreno de ojos ambarinos, la pelirroja de fuego y el oriental invidente.
- Levántate- ordenó Nikolai, con su voz de comandante que no admitía réplica. Ella lo hizo al instante- habéis sido acusados y juzgados por haber acabado con la vida de un igual y vuestro castigo es la muerte.
La joven sostuvo la mirada de aquellos extraños ojos con esfuerzo, más asintió a sus palabras con ciega vehemencia.

- Además- la voz del ciego era melodiosa, cantarina- habéis cazado libremente, ignorando las restricciones del territorio y sin el permiso de los señores de las regiones…-dejó las palabras en el aire, para que fuera la mujer de rojos cabellos la que concluyese.
- Moriréis en la pira- la recién llegada tembló de pies a cabeza, conocía aquella horrible muerte: ataban e los desgraciados a unas grandes estacas de madera y les prendían fuego, dejando que se consumiesen. Era Gabriela la que se encargaba de ello y el placer se pintaba en su rostro con cada nueva ejecución.
La vampira condenada presentó sus manos desnudas, en señal de rendición, sin embargo el hombre sin vista levantó la suya propia y todos le prestaron su atención.
- Su compañero se presentó voluntariamente a cambio de la vida de ella, eso es algo que le honra.

Gabriela hizo un mohín e intercambió una mirada con el duro caballero que se sentaba a su lado. Él se encogió de hombros, y una llama azulada se pintó en sus ojos dorados. La joven asintió, así como Lee, que pronunció el veredicto final.
- Jóvenes, vuestro destino está escrito- Nikolai despojó al cainita que permanecía inerte de aquella ingravidez arrancando la estaca que aferraba su pecho. Automáticamente Christian abrió los ojos, más no pronunció palabra alguna- muchacho de ojos de hielo, serás quemado por el fuego purificador de la hoguera, chica con cabellos dorados, tú presenciarás la ejecución.

A la mujer sin nombre el mundo se le vino encima con aquellas palabras, esa pena que le imponían era peor que perecer devorada por las llamas de Gabriela. Sin pensar se precipitó hacía el crucificado muchacho y gimió, consumida por la desesperación.
Él murmuró palabras de consuelo, jurando que esa muerte era su libre elección, que ofrecería su alma si con ello la salvaba a ella.
La chica chilló, hubiese preferido morir con él, pues su amor le pertenecía. Por todos los demonios, no iba a poder soportar todo aquello de ninguna manera.
Quiso decirle muchas cosas, pero no hubo tiempo de más palabras hermosas, pues les separaron violentamente: Gabriela desató al condenado y Nikolai tomó a la rubia del brazo, para arrastrarlos a ambos hasta los jardines, donde se llevaría a cabo la quema.

La pelirroja ató al joven sentenciado a aquel poste de madera con fuerza, el otro quedó vacío, pues la que ocuparía su lugar había sido condenada de un modo mucho más cruel que la pira.
En aquel lugar fresco y verdoso solo había cinco personas: tres de los seis ancianos y ellos dos. La muchacha se debatía en los fuertes brazos del hombre de los ojos color ámbar, con Lee, tan impasible como siempre, a su lado.
Gabriela levantó una mano y de ella emergió una esfera de fuego. Nadie sabía como la mujer de indómitos y carmesíes cabellos había obtenido ese poder, solo sabían que era altamente letal, sobre todo para los de su especie.

- ¡¡¡Christian!!!- gritó la espectadora obligada mientras el fuego era disparado contra la pira en la que el antiguo abogado se consumiría sin remedio.
Él, confuso al oír su verdadero nombre después de tantos siglos, le sostuvo la mirada, serenamente y por fin la llamó, como no lo había hecho desde su reencuentro en el mausoleo familiar, cuando había decidido ofrecerle el don inmortal.
- Luz… no tengas miedo- en esos momentos el fuego alcanzó su cuerpo, haciendo que la hermosa piel del vampiro cayese hecha jirones sobre los maderos ardientes. Seguidamente quedaron al descubierto los músculos, mas sus gélidos ojos aún seguían mirándolo todo con una frialdad que helaba el más duro corazón, hasta que éstos se desprendieron de sus órbitas. Finalmente el fuego aumentó de intensidad y convertido aquel bello cuerpo en hueso calcinado se apagó, a orden de aquella que lo dominaba.

Luz, aquel era su nombre, quedó laxa, como una muñeca rota y resbaló de los brazos del hombre que la sujetaba, quedando sentada en el suelo.

Largo rato pasó allí, ante la atenta mirada de los ancianos, que no hablaron. Al final de la espera ella se levantó y caminó hasta la pira, rebuscando entre los huesos que se convertían en cenizas. Gabriela quiso detenerla, pero Lee lo impidió, negando con la cabeza.
Por fin la desesperada joven encontró lo que buscaba: los ojos de Christian, que, milagrosamente, estaban intactos del devastador ataque de las llamas, e hizo algo completamente inesperado: como sino sintiese dolor metió sus dedos en sus propias cuencas oculares, y de un tirón seco se arrancó los ojos, para sustituirlos por los fríos cristales que habían adornado el rostro de su amado. Abrió y cerró los párpados, y los ojos de Christian se adhirieron a los huecos dejados por los suyos propios como si siempre hubiesen estado ahí.

A continuación dejó caer sus antiguos globos oculares, como si se trataran de dos canicas desechadas y con paso firme, y sin dejar de mirarles, se arrodilló frente a los ancianos, subyugándose a ellos y ofreciéndoles su voluntad, pues con la quema de su primo había perdido toda la pasión por la no-vida.
El vampiro oriental dejó caer su mano en el hombre de la renacida muchacha y se maravilló del gran poder que acababa de sentir y notó en su aura que sus compañeros se mostraban de acuerdo con sus recién ideados planes.
- Levántate, hija mía, pues a partir de este momento eres y una de los nuestros y como tal te daremos un nuevo nombre- el anciano dudó apenas unos segundos y decidió- des hoy te llamarás Black Rose- aquello era francamente adecuado, por un lado porque la noche de su visita al cementerio había leído aquel nombre, y por el otro porque ella era ahora precisamente aquello que le daba nombre: una hermosa y siniestra flor con traicioneras espinas.

Rose se convirtió pronto es parte imprescindible del sobrenatural grupo, pues era el brazo armado, la guardaespaldas, la guerrera. Su velocidad innata combinada con la fuerza sobrehumana y destreza que le habían otorgado los ojos de su amado hicieron de ella una asesina consumada, fría y sin más pretensiones que proteger a los ancianos, pues su vida la pertenecía por entero a ellos.
Con el paso de los siglos sus poderes se multiplicaron a pasos agigantados y hoy en día es la persona en la que más fe deposita el Círculo, camuflado de la sociedad como una poderosa multinacional.

La flor letal, como la apodan entre los suyos, carece de cualquier tipo se sentimiento o emoción, pues todos y cada uno de ellos se consumieron en la hoguera que acabó con la existencia de Christian Farélle, antiguo abogado y su hermoso primo. Sin embargo, a pesar de su permanente mutismo y su sarcástica indiferencia, el minúsculo resto de alma que le queda jamás le olvidará.

Esta gesta y muchas leyendas e historias más se hayan compiladas en El Libro Negro, aquel que llevó escribiendo desde el principio de los días y aquel que dejaré de ampliar cuando el mundo desaparezca para siempre, pues es mi destino como padre de todas las criaturas de la noche:

Caín

FIN DEL RELATO


miércoles, 9 de enero de 2008

RENACER EN LAS TINIEBLAS

Aquí estoy de nuevo, con la continuación de UN PASEO POR EL CEMENTERIO, en esta ocasión os contaré que pasó después, cuando Christian se llevó a su prima a algún lugar desconocido.
Espero que os guste, tras estar enferma, a ver si conservo todas las neuronas. Besos a todos, gracias por los comentarios ^^

Abrió los ojos, finalmente, y el escozor que le produjo aquella acción en ellos solo fue comparable con el dolor que había sentido tres noches atrás, cuando finalmente los afilados colmillos de Christian habían penetrado en su garganta, y sin previo aviso, le hicieron perder el conocimiento.

Sus recuerdos, en ese intervalo de tiempo eran confusos, sentía que las palabras que él le había obligado a pronunciar estaban vacías, eran cáscaras que carecían de significado, sin embargo, y cuando recordó algunos versos, una desazón inexplicable se apoderó de ella. Era como si las promesas pronunciadas y la ofrenda de sangre que habían compartido la anclases irremediablemente a una eternidad, a una espiral sin fin que no estaba segura de desear.

Su primo permanecía a su lado, cada vez que despertaba, sosteniendo su mano. En esta ocasión no volvió a caer en aquel extraño sopor que se apoderaba de cada centímetro de su ser, sino que sintió que estaba totalmente consciente, con los sentidos alerta, y con las muñecas atadas a unas correas que se sujetaban a su vez a la cama en la que se encontraba, en un oscuro sótano, donde no era capaz de distinguir la noche del día.
- Hoy comienza tu nueva vida- acababa de comunicarle el antiguo abogado, y la conmocionada muchacha no estaba segura de a que misteriosa existencia renacida se refería. Sin embargo las cuerdas dejaron de ser útiles y el joven las desató. Ella se incorporó, sintiendo un extraño desgarro en las entrañas, era como si todo el fuego habido y por haber en el infierno hubiese decidido acampar en su interior.

Tras soportar aquellas laceraciones en zonas que ni siquiera sabía que existiesen, y notar como su cuerpo se convulsionaba una y otra vez, levantó la mirada, coloreada de un tono carmesí hambriento y sicótico. Entonces, justamente cuando la última gota de color cereza producida por la inanición manchaba sus ojos, se percató de una sutil transformación en el ambiente. Olfateó en busca de aquella diferencia, y sin necesidad de hacer uso de sus nuevas facultades la encontró: Christian ya no estaba, o al menos ella no lo veía, y en su lugar, un aterrorizado niño que quizás rozase los cinco años observaba a la renacida huérfana con ojos aterrorizados.

Tal vez si aún fuese aquella jovencita que iba a visitar el mausoleo familiar, aquel crío le hubiese producido cierta ternura, lo habría ayudado a buscar a su madre perdida, más ella había dejado de ser una mujer normal, transformándose en un depredador, en una cazadora y segadora de vidas humanas.
Se movió seductoramente, con gestos gráciles, más propios de un cisne que de cualquier otra forma de vida, y antes de que aquel pequeño intentase o siquiera pensase en salvarse, su corazón había dejado de latir. Tras romperle el cuello había clavados sus dientes de agudas formas en el lugar de donde brotaba la sangre.
Bebió desesperadamente, hasta que sus mejillas, carentes de color y hundidas hasta ese momento, se volvieron sonrojadas y cálidas, debido al elixir recién consumido. Observó el cadáver del infante, con indiferencia y lo soltó, haciéndole caer con un sonido sordo. Cerró los ojos, y dejó que la culpabilidad la maltratara durante un rato.
- Con el tiempo te acostumbrarás, te lo aseguro- era la voz de su primo, sin embargo sonaba vacía, carente de cualquier amago de sentimiento. Le tendió la mano, blanca como la nieve, y ella se dejó hacer, como una antigua marioneta que se encuentra bajo el embrujo de su titiritero.

A un lado de aquel lúgubre subsuelo, un enorme espejo de pie, que la recién convertida no se había percatado que se encontraba allí, les observaba desde la penumbra. Ella se detuvo, temiendo no encontrar reflejo de si misma en la pulida superficie del cristal, más Christian la empujó, con una fuerza sobrenatural hacía allí y la sostuvo por los hombros, obligándola a enfrentarse a aquel ser que ahora era. Su gemela del espejo se encontraba allí, y sin embargo le resultaba irreconocible, su imagen era una mujer pálida, hermosa, y sus ojos, sin rastro ahora de hambre, brillaban con una intensidad desmesurada, a juego con su melena de oro.
- A partir de hoy tu nombre será Lucrecia- el rostro de bellos rasgos de Christian también se habían alterado, dándole un porte más estilizado, más perfecto, que conjugaba como piezas de un rompecabezas, con su cuerpo atlético y una chispeante melena negra. Los ojos oscuros de su primo la miraron, convencidos de que algo estaba cambiando.
- Y tú serás... mío, por toda la eternidad, y cumplirás la promesa que me hiciste en el pasado- murmuró ella, sonriendo, consiguiendo que la rebautizada como Lucrecia, consiguiese diluir el resto de conciencia que le quedaba. Ahora los contornos de su nueva esencia fulminaban a la que había sido ella en vida, a su antiguo yo.

Hacía escasos momentos la nueva cainita se lamentaba de su tétrica existencia, y justamente en el instante presente era capaz de ver las posibilidades que ésta le ofrecía.
Se volvió hasta Christian, rodeando su cuello con los brazos después de tanto tiempo y sus labios se encontraron, por primera vez en esta nueva existencia inmortal.
Lucrecia estaba segura, iban a emprender grandes proyectos juntos, tal como se juraron en vida. Lo que ninguno de los dos sabía era que sus acciones sangrientas iban a tener graves consecuencias, y éstas vendrían de mano de los ancianos, esos que más habían vivido entre los inmortales.





viernes, 4 de enero de 2008

UN PASEO POR EL CEMENTERIO

Ángeles inertes con las las inmóviles y los ojos vacíos, carentes de toda emoción. Uno tras otro se suceden mientras ella lee, con desgana, los nombres de aquellos que son custodiados por los querubines de piedra: "Edward, James, Michael..." Algunos gastados por el paso de los implacables años, otros, aún totalmente legibles por el ojo humano: "Claudia, Cinthia, Rose..."
En vida, aquellos nombres ahora raramente recordados, quizás pertenecieron a personas vibrantes, llenas de oportunidades, hoy, cuando el oscuro crespón de la muerte se ha cebado en ellos con todo su poderío, se convierten en sepulturas descoloridas, en tumbas que solo serán recordadas por el bello ángel que las corona, no por las almas en cuyo honor se erigieron tales bellezas de la arquitectura.

Las figuras, algunas asexuadas, otras perfectamente reconocibles como chicas y jóvenes muchachos, acaban de desaparecer de su campo de visión.
Continúa con su renqueante peregrinación que la conduce, en medio de la gélida luz de la luna, hasta donde los mausoleos han sustituido a las rubias y hermosas figuras celestiales que ha estado observando mientras recorría el largo camino que la conducía al final de todo aquello.
Respira con dificultad, pues la emoción de la cercanía a su destino ha hecho aflorar en su marchita existencia una curiosidad extenuante, malsana, aunque sabe, muy a su pesar, que en aquel lugar no encontrará nada diferente a lo que ya ha visto en anteriores ocasiones.

Los minutos se hacen eternos, y aunque conoce, con una precisión matemática, el camino que ha de recorrer hasta su destino, este no aparece, se difumina con la oscuridad que penetra por cada centímetro del maltrecho camposanto.
Suspira, sintiendo que el frío creado por la sobrenatural luna la consume, que la noche en sí misma posee instintos asesinos... y finalmente, encuentra el viejo panteón familiar, coronado por la imagen de Santa María, sin embargo la representación elegida para ser la madre de Dios en levemente sacrílega, al encontrarse la joven llena de voluptuosas curvas y con ojos seductores.

Empuja la destartalada verja de entrada y penetra en la estancia, que no es más que una sala circular con varios nichos que descansan por la eternidad en aquellas redondeadas paredes.
“Mamá, papá, mi hermano mayor...” sus delgadas y níveas manos acarician el mármol en el que, con una escritura que parece obra del diablo por su extrema belleza, lee los nombres de sus seres queridos que ya no se encuentran junto a ella.
Por fin vuelve los ojos y éstos, enrojecidos por los recuerdos, se clavan como sendas estacas en la cuarta tumba ocupada: “Christian Farélle”.

Gateando, pues le es imposible coordinar su cuerpo para ponerse en pie y caminar, se acerca hasta aquel nombre que evoca en ella sentimientos pasados.
- Mi primo, mi único amor- murmura, dejando que finalmente el llanto se apodere de ella y de todo aquel silencioso lugar.
Jamás olvidaría los ojos de Christian: gélidos, casi transparentes, etéreos... pero temiblemente ardientes cuando de ellos dos se trataba. Cuando le comunicaron que el atractivo abogado había muerto fue incapaz de creerlo, aún era dejaba volar su imaginación, pensado que aquello simplemente era una pesadilla, de la que pronto iba a despertar, más no lo hacía. En algunas ocasiones soñaba con él, con su irresistible sonrisa de labios torcidos, y también con sus promesas de felicidad eterna.

- Mentiste, cobarde- de la tristeza más absoluta había pasado a la furia, a la ira, a la desesperación... pues sus manos, convertidas ahora en puños golpeaban incesantemente el nombre del letrado- mentiroso- repitió, hasta quedar tumbada en medio de la estancia, sintiendo que el mundo volvía a desaparecer bajo sus pies.

- Yo nunca, jamás, miento- la muchacha no estaba segura de donde procedían aquellas palabras, buscó con la mirada, incesantemente, y entonces descubrió de que se trataba: una figura alta y delgada se acercó a ella y se agachó frente a la asustada joven. Sus dedos cayeron bajo su mentón, y ella, retuvo las lágrimas, eso que veía debía ser otro de los juegos de su maltrecho corazón, no podía ser otra cosa. Más cuando se vio levantada en vilo en mitad de aquel escondite de la muerte sintió que eso no era una jugarreta, era una pesadilla- pensé que confiabas en mí por encima de todas las cosas, simplemente debías tener un poco de paciencia.

No hubo más que decir, pues un manto rojo y negro absorbió a aquella que hacía unas horas paseaba por el desierto cementerio en busca de un poco de consuelo dentro del panteón de la familia.