jueves, 15 de mayo de 2008

BREVE HISTORIA

Si, se puede decir más alto pero no más claro, esta es una breve historia, mucho más amable que las que normalmente escribo, pero bueno, todos tenemos días claros, ¿no? la verdad es que quería poner algo bonito, espero que os guste a todos y que me dejéis comentarios, ¿vale? Muchos besos para todos ^^

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Fría y racionalmente, aquello que había ocurrido era todo cuanto se podía esperar de una situación semejante: una larga y extraña enfermedad contraída en el Trópico solía finalizar precisamente como en este caso, con una muerte agónica y patética tras meses de agonía. Sin embargo una pequeña esperanza seguía brillando en el corazón de la pobre huérfana que entre sollozos se colocaba el vestidito negro. La delgada mano de una criada cayó en su hombro, y tiró de ella con violencia, sin un ápice de compasión, para llevársela de allí rápidamente hacia un sitio mucho más oscuro y tenebroso: un lúgubre cementerio sobre el que no paraba de llover copiosamente.

Los vehículos no paraban de aparcar junto a la valla del camposanto y éstos se multiplicaban a cada minuto que pasaba, Grace había sido una mujer muy querida durante toda su vida. Sin embargo la niña de ojos tristes no conocía a ninguna de las personas que le acariciaban el cabello con ternura y le ofrecían palabras de consuelo, ¿dónde estaba aquel señor qué en ocasiones visitaba a su madre y parecía tan cariñoso con ambas? A la chica de doce años, cuyo nombre era Lily, le gustaba mucho ese hombre, aunque no sabía demasiado sobre él, solo que se llamaba Max.

Las nubes descargaban sus lágrimas negras de modo desmesurado, casi con violencia, y el viento huracanado se hacía más evidente a cada momento que pasaba, ¿qué iba a suceder con ella? Parecía gritarle el Dios Eolo, nadie le decía nada, al igual que ninguno de ellos notó cuando se puso a llorar, pues su rostro y su pequeño cuerpo estaban demasiado empapados para que las brillantes lágrimas destacasen demasiado en sus claras mejillas. Ni siquiera la huraña doncella que sostenía su mano con desgana se dio cuenta del malestar que se acomodaba en el corazón de la chiquilla. Lily no sabía porqué su madre había muerto, no conocía las razones de su fallecimiento, y tenía miedo. El amigo de su madre, aquel al que ella se lo encomendó no había dado señales de vida, ¿la habría olvidado por completo?

Un rayo brillante, del color del ámbar, partió en dos la escena, a dentelladas, mostrando de aquel modo al atractivo hombre que tan feliz había hecho a su madre. Sus ojos azules, del mismo color de la escarcha, miraban fijamente a la niña, no pensaba permitir que los sucios estafadores que formaban parte de la familia política de la desaparecida Grace la hiciesen sufrir. Muy pocos conocían el secreto, el duro misterio, que le había llevado hasta allí, que esa chiquilla temblorosa de rubios tirabuzones fuese en realidad su propia hija.

Su querida Grace, la luz de sus ojos, se había casado con un hombre al que no amaba, se lo habían impuesto de un modo más o menos razonable y ella simplemente había obedecido, como solía hacer siempre. Él apareció unos cuantos meses después de la boda y pudo sentirse orgulloso de haberla hecho sonreír de nuevo. La joven produjo un efecto similar en él: fue como un soplo de aire fresco en su solitaria vida. Al principio solo se veían de vez en cuando, pero a medida que pasaba el tiempo los encuentros se hicieron más frecuentes y la pasión les desbordaba, de modo que a ninguno de los dos les extrañó que Grace quedase en estado de buena esperanza. Le ocultarían al mundo que lo que debía de nacer del vientre de la joven era de Max, al igual que habían escondido su relación, pero no pudo ser así del todo, pues un descuido de enamorados hizo que la madre de Giles, el marido de su amada, les descubriera y al hacerlo la mujer se sintió con el poder suficiente como para amenazarles: si se atrevían a continuar con aquello haría todo lo que estuviese en sus manos para arruinarles la vida. Grace conocía el poder de su suegra, haría cualquier cosa, incluso intentar quitarla a la personita que crecía en su interior, aunque no conociese su existencia por el momento, de manera que ambos, esos dos amantes tan entregados, decidieron ponerle fin a aquella relación, por el bien del bebé.

De modo que Max pasó a ocupar un papel que no hubiese deseado tener en la vida, solo podía ver a su pequeña de noche, escondido tras unos arbustos. Lily era una niña preciosa y al parecer había heredado su cabello rubio, pero tenía la dulce mirada de ojos castaños de su madre. No soportaba ver como Giles la mimaba como si fuese hija suya, pero entendía que era lo mejor para ella. El bueno del marido de Grace la cuidaría mucho mejor de lo que podría hacerlo él, que no era más que un fugitivo. Se sentía tremendamente frustrado, telefoneaba a la madre de su hija, le mandaba mensajes, pero todo aquello no era nada comparado con la satisfacción que sentía al estar junto a ella. Deseaba con todo su corazón poder tener la ocasión de criar a la chiquilla juntos, pero no se hacía ilusiones al respecto, pues aquellos sueños eran del todo imposibles, inalcanzables. Sin embargo había algo con lo que Max no contaba, que faltaba poco tiempo para que se volviesen a reunir, aunque fuese por escasos meses.

La ventana por la que veía crecer a la muchachita se le quedaba pequeña, pues cada día que pasaba era una aventura para Lily, que no paraba de pasear arriba y abajo, jugando y siendo feliz. Al verla así no pudo más que cerrar los ojos, aquello era un castigo divino por todos los errores que había cometido en el pasado, no podía tratarse de otro asunto.

Durante una de sus noches de observación se sintió audaz y se atrevió a un poco más, se acercó hasta el jardín para poder ver a la niña desde una posición más ventajosa. Ese día estaba tocando el piano junto a su padre, o mejor dicho, el marido de su madre, y eso hizo que le doliese sumamente el corazón. Debía alejarse, era su mejor y única opción, y así fue, mantuvo esa decisión siete años, hasta que le llegó por sorpresa el correo electrónico de Grace desde un país lejano. Giles había muerto de una rara enfermedad en el Trópico, pero ella regresaba en breve a casa y estaba perfectamente, si él quería podían volver a verse e incluir a la niña en algunas de sus reuniones. No es que le desease ningún mal al marido de su amada, se había portado muy bien con la pequeña Lily, pero no podía evitar sentirse pletórico, por fin le había pasado algo bueno: huir de la policía, viajar de cuidad en cuidad y perder a Grace habían sido suficientes desastres por una temporada. Ahora recuperaría lo más importante y con seguridad los tres podrían volver a ser felices.

En unos meses consiguió hacerse con la amistad de la niña, que había comenzado a llamarle tío Max (seguramente cuando fuese un poco mayor le explicasen que aquel caballero de cabello dorado era realmente su padre, pero de momento él se conformaba con tenerlas cercas a las dos) y disfrutaron de la fortuna de su amante, sin embargo todo se torció repentinamente, sin previo aviso, la madre de su hijita había contraído también la rara enfermedad que mató a su esposo, pero los síntomas se dejaron ver más tarde y no había nada que pudiesen hacer por ella, iba a morir. El fugitivo leyó el testamento cuando Grace se lo tendió y pensó que aquello que estaba escrito en él era lógico, la niña se convertiría en la heredera de sus padres. Lo que no le pareció nada razonable fue que la chiquilla tuviese que ir a vivir con su supuesta abuela materna, la madre de Giles, ya que aquella señora conocía su secreto, sus encuentros, y si sabía unir piezas- estaba plenamente convencido de ello- sabría que aquella niña de rubios cabellos no poseía parentesco alguno con su moreno y difunto hijo. No iba a tratar nada bien a Lily, si es que su amada moría, porque él aún albergaba el secreto deseo de que sobreviviese, cosa que no ocurrió, pues allí se encontraba, en el cementerio, resguardado bajo un árbol y contemplando como el féretro de la mujer de su vida era tragado por la oscuridad.

Clavó nuevamente su mirada en Lily. Estaba llorando y nadie a su alrededor la consolaba, todos ellos eran unos perros. Aún no sabía como iba a hacerlo, pero tenía clara una cosa: no iba a permitir que esos malditos snobs le hicieran daño, aquella pequeña era su hija y una vez enterrada su madre él era el único responsable de su educación. Se echó el cabello hacía atrás y esperó, con paciencia, que era una de sus mejores cualidades, debía encontrar el momento propicio, cuando la abuela hiciese su aparición. Había investigado sobre esa mujer y era la maldad personificada, de modo que dio por sentado que le comunicaría su destino a la pobre niña en el peor momento posible, en el más cruel, es decir en ese en el que se encontraban. Max estaba en lo cierto, huir durante tanto tiempo le había convertido en un gran conocedor de la naturaleza humana. La señora se llevó a Lily a un aparte y su padre la escudriñó con la mirada, cuando tuviese su propia señal sobre el asunto acudiría al lado de su hija.

La niña observaba a su abuela de modo desconcertado, ¿por qué tenía qué irse con ella al otro lado del país durante una temporada?, ¿a qué venía esa cara de hastío al mirarla? No pensaba ir a un internado, no quería mudarse, ¿por qué nadie tenía nunca en cuenta su opinión? Quería echarse a llorar, pero tuvo la suficiente fortaleza para mantener la mirada de desafío en los ojos un poco más.
- No pienso irme a ningún sitio, abuela Dora- no le estaban fallando las formas, pero la señora no estaba muy por la labor de hacerle caso a una niña de doce años.
- Harás lo que se te mande- allí estaba la señal que estaba esperando su padre. Aquella vieja acababa de levantarle la mano a Lily y él la detuvo justo a tiempo.
- ¡Tío Max!- por fin, allí estaba el amigo de su madre, con él presente las cosas no tenían más remedio que mejorar.
- Le agradecería que no volviese a acercarse a ella con unos gestos tan hostiles- la voz del hombre de ojos de hielo era suave, pero no admitía réplicas de ningún tipo.

Las miradas de Dora y Max se encontraron y fue como si estallasen dos fuerzas antagónicas con toda la fuerza posible.
- No se meta en esto- escupió la altiva señora en toda la cara del padre de Lily.
- Si se atreve a hacerle daño lo lamentará- aquello era una amenaza en toda regla, tanto la abuela de la niña como su padre sabían que era capaz de cumplirla. A continuación cogió la mano de la chiquilla vestida de negro y se la llevó de allí. Dora le gritó, pero la ignoró, prefería tener que matarse a trabajar para mantener a la jovencita que dejarla en manos de semejante arpía.
- ¿Dónde vamos, tío Max?- preguntó la niña, más feliz que hacía escasos minutos y apretando con fuerza la mano del hombre que la sostenía.
- A un lugar mejor que esto, preciosa, ¿quieres ir a la playa?- cuando pasaran un par de años tendría tiempo de explicarle todo, en esos momentos se conformaba con haberla salvado de las garras de aquella anciana tan prepotente.

3 comentarios:

Shoichi Patrix Paradas Phoenix dijo...

Pobrecita Lily u.u. Me ha gustado, que mono es Max ^^, a sido uan historia tierna.
Puta Dora xD.
Te quiero locaaaaa!!!!!

Namarie.

Anónimo dijo...

Ez bonitaa o.o
Aunque me da penita que se muera la madre, me puedo imaginar la cara de la abuela xD

Besito

p.d. Sigue así^^

Anónimo dijo...

Hoy internet me odia ¬¬
El comentario era mio