viernes, 4 de enero de 2008

UN PASEO POR EL CEMENTERIO

Ángeles inertes con las las inmóviles y los ojos vacíos, carentes de toda emoción. Uno tras otro se suceden mientras ella lee, con desgana, los nombres de aquellos que son custodiados por los querubines de piedra: "Edward, James, Michael..." Algunos gastados por el paso de los implacables años, otros, aún totalmente legibles por el ojo humano: "Claudia, Cinthia, Rose..."
En vida, aquellos nombres ahora raramente recordados, quizás pertenecieron a personas vibrantes, llenas de oportunidades, hoy, cuando el oscuro crespón de la muerte se ha cebado en ellos con todo su poderío, se convierten en sepulturas descoloridas, en tumbas que solo serán recordadas por el bello ángel que las corona, no por las almas en cuyo honor se erigieron tales bellezas de la arquitectura.

Las figuras, algunas asexuadas, otras perfectamente reconocibles como chicas y jóvenes muchachos, acaban de desaparecer de su campo de visión.
Continúa con su renqueante peregrinación que la conduce, en medio de la gélida luz de la luna, hasta donde los mausoleos han sustituido a las rubias y hermosas figuras celestiales que ha estado observando mientras recorría el largo camino que la conducía al final de todo aquello.
Respira con dificultad, pues la emoción de la cercanía a su destino ha hecho aflorar en su marchita existencia una curiosidad extenuante, malsana, aunque sabe, muy a su pesar, que en aquel lugar no encontrará nada diferente a lo que ya ha visto en anteriores ocasiones.

Los minutos se hacen eternos, y aunque conoce, con una precisión matemática, el camino que ha de recorrer hasta su destino, este no aparece, se difumina con la oscuridad que penetra por cada centímetro del maltrecho camposanto.
Suspira, sintiendo que el frío creado por la sobrenatural luna la consume, que la noche en sí misma posee instintos asesinos... y finalmente, encuentra el viejo panteón familiar, coronado por la imagen de Santa María, sin embargo la representación elegida para ser la madre de Dios en levemente sacrílega, al encontrarse la joven llena de voluptuosas curvas y con ojos seductores.

Empuja la destartalada verja de entrada y penetra en la estancia, que no es más que una sala circular con varios nichos que descansan por la eternidad en aquellas redondeadas paredes.
“Mamá, papá, mi hermano mayor...” sus delgadas y níveas manos acarician el mármol en el que, con una escritura que parece obra del diablo por su extrema belleza, lee los nombres de sus seres queridos que ya no se encuentran junto a ella.
Por fin vuelve los ojos y éstos, enrojecidos por los recuerdos, se clavan como sendas estacas en la cuarta tumba ocupada: “Christian Farélle”.

Gateando, pues le es imposible coordinar su cuerpo para ponerse en pie y caminar, se acerca hasta aquel nombre que evoca en ella sentimientos pasados.
- Mi primo, mi único amor- murmura, dejando que finalmente el llanto se apodere de ella y de todo aquel silencioso lugar.
Jamás olvidaría los ojos de Christian: gélidos, casi transparentes, etéreos... pero temiblemente ardientes cuando de ellos dos se trataba. Cuando le comunicaron que el atractivo abogado había muerto fue incapaz de creerlo, aún era dejaba volar su imaginación, pensado que aquello simplemente era una pesadilla, de la que pronto iba a despertar, más no lo hacía. En algunas ocasiones soñaba con él, con su irresistible sonrisa de labios torcidos, y también con sus promesas de felicidad eterna.

- Mentiste, cobarde- de la tristeza más absoluta había pasado a la furia, a la ira, a la desesperación... pues sus manos, convertidas ahora en puños golpeaban incesantemente el nombre del letrado- mentiroso- repitió, hasta quedar tumbada en medio de la estancia, sintiendo que el mundo volvía a desaparecer bajo sus pies.

- Yo nunca, jamás, miento- la muchacha no estaba segura de donde procedían aquellas palabras, buscó con la mirada, incesantemente, y entonces descubrió de que se trataba: una figura alta y delgada se acercó a ella y se agachó frente a la asustada joven. Sus dedos cayeron bajo su mentón, y ella, retuvo las lágrimas, eso que veía debía ser otro de los juegos de su maltrecho corazón, no podía ser otra cosa. Más cuando se vio levantada en vilo en mitad de aquel escondite de la muerte sintió que eso no era una jugarreta, era una pesadilla- pensé que confiabas en mí por encima de todas las cosas, simplemente debías tener un poco de paciencia.

No hubo más que decir, pues un manto rojo y negro absorbió a aquella que hacía unas horas paseaba por el desierto cementerio en busca de un poco de consuelo dentro del panteón de la familia.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Woooww!!!no tengopalabras,que chulada de historia!! me tienes ke ayudar a escribir asi de bien relatos oscurillos pk yo tengo ideas pero no se expresarlas.eres la caña!!! mi escritora favorita.te kerooooooooooo

Shoichi Patrix Paradas Phoenix dijo...

Piensas seguirlo, ¿no? Por que esta super guay, super interesante O_O.

Namarie.

Vilu dijo...

O__________________O
Porque no tendré una o más grande?¿
Me harás llegar tarde a clase de mates ¬¬
No me lo imaginaba para nada, es un zombie?¿
0____0
No ¬¬, con el cero queda peor.
Se me ha venido a la cabeza, pum, vampiro, pero esque estaba pensando que su familia se levantaria a comersela debajo de la virgen sacrílega.
o_O todos demonios ¬¬

xDDD

Vaya como desvarío a estas horas xDDD

Beso!,

Vilu!*