lunes, 17 de diciembre de 2007

TERCERA PARTE: APOCALYPSE AND REBIRTH

Por fin me soltaron en el frío suelo de lo que parecía una laboratorio y se me presentó un hombre vestido con bata blanca que me resultó muy familiar, levanté la cabeza y lo escudriñé, en silencio, ¿lo conocía? De pronto los recuerdos llegaron hasta a mí como un vendaval, aquel hombre que tenía delante era el profesor Thomas, me había dado clase de ciencias en el instituto, ¿qué demonios hacía allí? Pareció reconocerme, y se turbó imperceptiblemente. Ordenó que alguna de sus ayudantes me diera un baño y me pusiesen ropa limpia. Me miré en el espejo: era como volver al instituto: llevaba un vestido blanco y sandalias, además mi cabello volvía a brillar como no lo había hecho en años: con reflejos rubios sobre la larga melena castaña. Aquellas mujeres no eran demasiado simpáticas y a empellones me metieron en otra estancia, completamente blanca y aséptica, comparado con el mundo exterior aquello era un lugar de lo más discordante.

No me explicaron demasiado, únicamente que yo no conocía el alcance de mi poder y que me necesitaban para que las cosas avanzaran y el mundo volviese a ser lo que era, o al menos cambiase para mejor. No entendía mi papel principal en todo aquello, solo sabía que cuanto más tiempo pasaba más débil me encontraba, pues los experimentos a los que me sometían me dejaban destrozada, en todos los sentidos. Sólo vivía por el recuerdo de Clive, al que sabía que nunca más vería, jamás. Me aferré a esos pensamientos, a sus labios sobre los míos, a su cálida mano sosteniendo mi mentón, tendrían que matarme para que olvidase aquello. Los meses pasaban y ya no daba más de mí, debían haberse confundido, pues no obtenían ningún resultado, yo no debía ser aquella a la que buscaban, estaba tan enferma que ni podía crear fuego... iba a morir sin remedio, o eso pensaba yo.

El doctor Thomas (ahora se hacía llamar así) entró un día en mi celda y me habló, quedamente.
- Los experimentos no están dando sus frutos por una única causa que no nos habíamos parado a pensar, estás embarazada, ¿lo sabías?- debí abrir los ojos como platos, porque el profesor se echó hacía atrás y todo, ante el cambio de mis rasgos. Negué con la cabeza, en aquellos tiempos no es que hubiese muchos modos de prevenir esas cosas, debería haberlo imaginado, pero lo que sentía cuando estaba con Clive nublaba todos mis sentidos.
- Si le hacéis daño a mi bebé os aseguro que vuestros experimentos no os darán el resultado que esperáis, os lo juro.
- ¿Qué quieres qué hagamos con él?- me estaba dando la oportunidad de salvar al hijo de Clive, al menos era algo. Sopesé las posibilidades, ¿tendría mi pequeño los poderes de su alto papá o tal vez fuera mediocre como su joven madre? En esos momentos me daba igual, lo único que quería era que viviese, que tuviese la oportunidad de saber lo que era el mundo, o sus restos.
- Cuando nazca, llévalo con su padre, es el hombre que estaba conmigo cuando me apresaron.

No se habló más del tema, el tiempo pasaba, y pensar en el niño que crecía en mis entrañas me ayudaba a continuar, a seguir adelante en aquel mundo que había dejado de tener sentido para mí hacía ya bastante tiempo. Ni siquiera lo vi cuando nació, no me dejaron saber si era niño o niña, así que... no tuve tiempo de darle un nombre, Clive elegiría bien, de eso estaba segura. No me dieron tiempo ni de a llorar a aquel bebé que no había llegado a conocer, y los experimentos se retomaron enseguida. Esta vez me dejé vencer, y sabía que iba a morir, mientras mi bebé estuviera bien, el resto no importaba, eso quería pensar, más cuando descubrí la cruel verdad, el mundo iba a volver a girar vertiginosamente, y esta vez ni las máquinas de los burócratas del metal iban a poder repararlo.

Me llevaban atada, hacía un nuevo estudio cuando oí el llanto de un bebé, en primer momento pensé imaginarlo, pero cuando el sollozo del niño llegó perfectamente a mis oídos la furia se apoderó de mí, el fuego impregnó mis manos y disparé a los enfermeros que me sostenían, cayeron al suelo, muertos, y no me importó. Me arranqué las ataduras y entré en la sala de la que provenían los ahogados llores del bebé, los que lo custodiaban sufrieron el mismo sino que los que me sostenían a mí hacía unos momentos. Me acerqué a la incubadora y pude ver a un bebé, aparentemente sano que gritaba enfurruñado. Lloré sobre el cristal que lo separaba de mí, y usando un poco de mi poder ígneo lo rompí y tomé a mi hijo entre mis brazos. Era un varón, y aunque no le habían dado nombre sabía que era el mío, en su placa identificativa se leían mis datos, los míos y los de Clive. ¿Cómo los habrían conseguido? Los de la madre era obvio que con los extenuantes experimentos a los que me sometían, pero los de mi amado... No, no y mil veces no. Con el bebé en brazos me recorrí todo el edificio, acabando con aquellos que osaban cruzarse conmigo. Me acababa de perder en la zona baja del laboratorio cuando encontré la puerta que buscaba, Clive estaba dentro. Levanté la mano y una llamarada echó abajo la puerta. Entré con el niño en brazos y lo encontré, encadenado a una pared. Con el mismo sistema lo dejé libre y lo bañé en besos.

Estaba más débil que lo que yo esperaba, y se alegró mucho de verme, pero se estaba muriendo, y yo con él... si desaparecía ya nada tendría sentido, porque nuestro hijo se quedaría sin nadie que lo cuidase. La culpa era mía, no debería haber dado datos sobre el padre del niño que sostenía en brazos. Empecé a llorar, y Clive, como siempre me abrazó, dándome todas esas cosas que siempre compartíamos. Me dijo algo que jamás me había dicho, dos palabras que me derrumbaron aún más, le besé y correspondí con un te quiero manchado de lágrimas, de sollozos y de desesperación. Luego le dejé coger al niño y elegimos un nombre: Johny, como el tío de nuestro pequeño hijo. Sin embargo aquel momento idílico de familia feliz duró poco, porque mi amado Clive murió minutos después, prometiéndome que me esperaría, más allá de las estrellas. La pena en esos momentos se hizo eco en mi persona y el fuego, la destrucción y la devastación arrasaron aquel lugar, primero el laboratorio, después la ciudad, y más tarde, el mundo, acabé con todo: con las personas, con los animales, con todo lo que había quedado en pie tras el primer Apocalipsis, y me quedé sola, en medio de la nada.

Allí estuve, como una muñeca rota, flotando, contemplando como el universo se perdía de mi vista, como la nada absorbía aquella destrucción, quizás fuera cierto, y yo pudiera cambiar las cosas, pero... aquello era irreal, había matado a todo el planeta, y ni siquiera era capaz de tener reacciones al respecto. Cuando llevaba allí un tiempo indefinido una voz me habló, no estaba segura de quien podía querer parlamentar conmigo en ese infinito limbo, más el sonido de las palabras pronunciadas en mi idioma me sacaran de la animación suspendida en la que hallaba y puse todos mis sentidos en ella: me proponía un cambio ventajoso para todos: el mundo volvería a ser lo que era antes de aquel aciago mes hacía ya cuatro años, nadie poseería poderes y ninguno de los implicados recordaría nada, únicamente yo, que tendría que cargar sobre mis hombros con la sabiduría de que el mundo se había destruido por mi culpa. Lo cavilé, durante unos momentos, seguramente no volvería a ver a Clive, le añoraría toda mi vida, pero al menos estaría vivo, en algún lugar. Asentí, y lo que pasó luego fue tan extraño que casi no lo recuerdo: seguramente el limbo se fusionó con otros mundos, o tal vez se replegó sobre sí mismo, ni siquiera me pregunté a quien pertenecía aquella voz neutra. El caso es que una vez que abrí los ojos me encontraba en casa, desayunando con la familia.

Mi madre me puso delante los cereales y no lo pude evitar, me puse a llorar como una cría y la abracé, como sino la hubiera visto en años, cosa que a agrandes rasgos no era del todo cierto. También estuve mucho más cariñosa de lo normal con mi padre y el pequeño Sam, mi hermano de nueve años. El mundo no iba a acabarse, no iban a haber nevadas ni otros desastres naturales, pero no volvería a ver a Clive. Prefería no pensar en ello, de modo que reviví mi juventud, aunque de un modo diferente al esperado, prefería ser miembro del club de debate que animadora, y cambié mi forma superficial de ver las cosas, de ese modo conocí a grandes amigos y me di cuenta que la vida podía merecer la pena. Estaba en una ONG y era cooperante de Naciones Unidas, no iba a permitir que el mundo se fuera al traste, y mucho menos por mi culpa.

Ya han pasado cuatro años del día en el que tuvo que acabar el mundo y todos seguimos vivos, estoy en la universidad y amo mi vida, aunque nunca podré olvidar a quien fue mi verdadero amor: Clive Sanders, el hombre con el poder de atravesar aguas. Aquí estamos de nuevo, entrando en el campus y saludando a todos, como el pasado septiembre, este año tengo literatura contemporánea, y básicamente llego tarde, cruzo el umbral a toda velocidad y casi me choco contra un hombre alto que estaba cerrando.

- Perdón...- mascullo, más los libros se me caen de las manos y todo. El joven, que rondaba la treintena me los recoge educadamente y me los tiende, con una media sonrisa en la boca, en primer lugar me parece absolutamente imposible, pero me doy cuenta rápidamente que el mundo era un pañuelo. Me siento y le observo, no ha cambiado nada, está igual de guapo, sin embargo parece más... abierto, aunque ese aura de misterio que le rodeaba antaño aún lo hace, y encima es profesor, eso le da más puntos, si es que necesitase algo más para encantarme.
- Chloé- murmura Sandra, mi amiga y la chica junta a la que me he sentado- ¿conoces de algo al buenorro de literatura?-sonrío y me encojo de hombros, aunque lo contase nadie se lo creería.
- Digamos que no me importaría que me diera clases particulares- ¿qué puede saber nadie? Yo soy la única que conozco el secreto de los mutantes del mundo futuro, soy la persona conocedora de que ese hombre y yo habíamos tenido un hijo en una realidad paralela, y ahora vuelve a estar ahí, frente a mí, y mis sentimientos son exactamente los mismos, resta esperar que pueda volver a conquistarlo, me di ánimos mentalmente, ¿si una vez lo conseguí por qué no dos?

FIN

1 comentario:

Vilu dijo...

¡Maravilloso!
El final,,, es perfecto, das cabida a la imaginación de cada uno. Terminaran, no terminaran?¿ ^^
La narración mejora mucho desde la primera parte a la tercera, y cuentas los echos con un poco de prisa,,, pero de una forma agradable para el lector.
Sinceramente, me ha encantado^^
Chapo!