jueves, 6 de agosto de 2009

One hundred pieces of glass

Era lógico que tarde o temprano ocurriese de nuevo.

Mi vida- ¿he dicho vida?, ¿por qué no mejor existencia o deambular?- siempre se ha caracterizado por la facilidad que tengo para perder pedazos importantes de mí misma. Mi vida - usemos este eufemismo, no me importa -está formada por pequeños trozos de cristal que tienden a separarse una y otra vez en cuanto menos lo espero.

A diario veo como ocurre y la duda me consume, la amargura.
No es un plato fácil de digerir, pero mis papilas gustativas pronto se han hecho a la idea.
Esto es lo que hay, ni más ni menos. Mis deseos se subordinan a los acontecimientos y por mucho que pida que paren, el mundo sigue girando y no espera por mí. Mi petición de silencio y quietud se pierde en un millón de estrellas. Y éstas, no significan nada para mí. Ni siquiera la luna. Ya no soy nada, y tal vez no quiera ser algo, mi luz, si es que la tuve alguna vez, ha pasado a mejor vida. Y mis cien trozos de cristal han vuelto a desgajarse. Estoy sola.

Nada va a cambiar.