viernes, 21 de marzo de 2008

MI HERMANO

Que penita más grande... ahora ni la gente que solía firmarme me deja su autógrafo, solo mi chico, te quiero mucho vida. En cualquier caso aquí os dejo otra historia, si quereís leerla ahí va, besos para todos, y no pasa nada, ya volvereís (muajajajaja, risa malvada) ya volvereís. Betiticos: ***SeLe***

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Me duele el pecho, y es un dolor completamente diferente a cualquiera que yo haya sentido antes. Es como si me fuera a reventar, esparciendo a mi alrededor todo su contenido, como un cubo lleno de deshechos que lo esparce debido a la arremetida de un caballo furioso. Intento mantenerme despierto, es algo que tengo que hacer, debo encontrar las fuerzas, sin embargo la sangre de color negro que encuentro en mis manos cuando me las llevo al vientre me disuade. Intento hacer memoria, recordar que ha ocurrido exactamente, mas grandes y tupidos cortinajes obstruyen mis recuerdos. Recapacito, abro y cierro los ojos en varias ocasiones, y el velo que antes tapaba completamente mi raciocinio se evapora. Descarto una vivencia tras otra y finalmente me planto frente a un enorme portalón de roble. No tengo dudas que tras ese gran trozo de madera labrada encontraré aquello que estoy buscando. Toco la puerta y ésta se abre, como por arte de magia. Entonces lo veo, un caballero de largo cabello castaño me ha clavado una espada en el estómago. Se me cae el yelmo y los ojos de mi atacante se sorprenden, aquello no se lo esperaba, ni yo tampoco. Es mi hermano.

Un grupo de luces y destellos me traen nuevamente al campo de batalla, sin embargo el silencio es ahora la nota predominante. Los gemidos, los gritos y las maldiciones que antes me rodeaban se han apagado de un modo radical, agresivo, me atrevo a decir. Sé, estoy completamente seguro, que yo correré la misma suerte. La ironía es algo tan patético… había decidido que cuando acabase aquel combate olvidaría mi vida de caballero y no volvería a luchar, sin embargo ahora esa decisión ya no está en mi mano. Tengo sueño, demasiado, por eso ahora cerraré los ojos, como han hecho todos los que ya no respiran a mi alrededor, y nunca más volveré a abrirlos, y vosotros, que ahora leéis esto seguramente os olvidaréis de mí con las misma celeridad con la que me conocisteis, como aquellos que arrojen mis restos hasta el fondo de una fosa común. Nadie sabrá jamás que fue mi propio hermano, mi idolatrado hermano mayor, el que sesgó mi vida, pero supongo que ya no importa.