martes, 25 de diciembre de 2007

REQUIEM

Aquí otro relatito que se me ocurrió, espero que os guste. Este espero seguirlo. Muchos besitos ^^ Si, se que he puesto que iba a tener continuación, y que lo seguiría, de hecho anteriormente ponía "primera parte" sin embargo no me sale nada decente, de modo que he decidido mejor cambiar el título y dejarlo así, que si lo toco lo estropeo xD

El tiempo era un bien que escaseaba aquella oscura y fría noche de diciembre. Las botas de cuero resonaban en la desolada arboleda en la que se abría paso sintiendo que perdía toda su conciencia anterior, toda su calidez, pues a cada paso se deshacía de conexiones, recuerdos y también de aquello que había luchado por preservar durante su vida inmortal: esa humanidad que la hacía tan apetecible de cara a los otros de su especie.

El hambre era insoportable, el paladar, la garganta y cada fibra de su ser le quemaba produciendo todo tipo de sensaciones dolorosas, y el incesante tic tac de los relojes le vuelve a recordar que debe correr hasta quemar sus pulmones, pues la salida del sol es implacable y aquel hecho cada vez le daba menos tiempo para cubrir sus necesidades más inmediatas y primarias. Por fin la luz de una vela lo saca de sus pensamientos de pesadilla y levanta los ojos antaños verdes ahora teñidos del color de la sangre, y sólo entonces es capaz de caer en la cuenta de que aquello tan hermoso y tan deseado se encuentra frente a sí mismo.

La joven le acaba de descubrir, y ambas presencias saben que aquello solo tiene un significado posible. Con pasos que bien podrían pertenecer a un puma descarga toda sus ansías sobre el blanco cuello de tonos marfileños. La muchacha de rubios cabellos y rasgos angelicales se ha dejado vencer, hacía tiempo que lo había decidido, pues cierra los ojos y decide darle a aquel extraño que en sueños la acosa todo lo que quiere, de ese modo aquellas horrendas visiones desaparecerán. Ya no tiene nada que perder.

El vampiro se relame pensado en la suculenta sangre pura y virginal que recorre esa garganta palpitante, más se detiene, con los colmillos brillando a la luz de la luna en todo su esplendor. Una lágrima recorre el semblante de aquel ángel de piel y carne que laxo, espera la muerte entre sus brazos. Intenta ignorar el hecho, más aquella pena que se materializar en una gota de lluvia caída de los cielos se le clava en las entrañas como una estaca de hielo eterno. Sin más sus manos atrapan aquel extraño suceso y la muchacha finalmente abre los ojos de par en par para perderse en aquel ser que parece sentirse desconcertado.

La chica tiembla, como una pequeña hoja ante el embiste de una tempestad de colosales dimensiones y entonces aquel extraño joven eterno la atrae hasta su cuerpo y nuevamente la observa, como si se tratase de algo completamente diferente a lo que era escasos segundos atrás. El cazador no siente, ha de tratar a los humanos como al alimento que le mantiene vivo, como a simple carnaza desechable. Más, el siempre ha sido diferente, por muchos intentos de redención siempre había recordado como había sido mientras latía su corazón de mortal. Sin más palabras la toma en brazos, sabe que es un error y que lo lamentará, pero por esa noche dejará que su racionalidad se quede olvidada en aquella arboleda maldita...

viernes, 21 de diciembre de 2007

RÍOS ROJO SANGRE

La noche es la compañera de los condenados. Ellos se hunden en aquella oscura paz para dejar de verse como los monstruos que ellos mismos o el destino han forjado. Esa noche la luna se encuentra llena sobre el tapiz de colores que se dibujan desde el púrpura intenso al negro desolador. El palacio donde habita aquel ser desgraciado desde el principio de los siglos parece uno de esos cuadros oscuros, donde el silencio sepulcral es la nota predominante, vacío, digno de los monasterios o los cementerios donde descansan las almas de aquellos que han pasado al otro lado.

Hace frío, y la túnica blanca que porta cae contra el helado suelo de mármol. Sus pies, casi idénticos en tonos a los de su prenda de vestir arrastran todo el cansancio de los milenios, todo el dolor de los años que en vano intentan tocarla pero no lo consiguen, pues su eterna y atormentada existencia es el castigo por los crímenes que cometió en una vida pasada, presente y futura.

Los renqueantes pasos la conducen a una sala, cuyo decorado se basa en la acumulación de sangre, cadáveres y algunos huesos. Observa el desastre y se pregunta quién habrá perpetrado aquellas maldades contra la raza humana, finalmente observa sus blancas manos teñidas de tonos cárdenos que le indican quien ha sido la causante de aquella horrible escena, y lo recuerda, aquel es su castigo inmortal, penar por las almas que sega cada noche, cuando su sombra más oscura se apodera de ella.

Se sienta y espera, en escasos segundos tendrá compañía...

martes, 18 de diciembre de 2007

FORGIVE (de Verseau)

Este es el primer texto que me han pasado. De lo que he leído que me pasó ayer Verseau creo que este es el que más me ha gustado, espero que todos disfrutéis también de las historias de este muchacho tan prometedor (para que veas que te pongo por las nubes, colega ^^). Besitos de Ajito, Pazzzzzz.

La sensación fría del agua me despierta.
Me cuesta abrir los ojos y antes incluso de poder moverme noto como mis muñecas están atadas entre sí en mi espalda.
A duras penas intento fijarme en el espacio que se vislumbra a mi alrededor.
Mi mente está turbada y debido al mareo todo cuanto veo se mueve.
El ambiente es grisáceo y triste.
Cuando levanto mas la cabeza observo a la persona que me tiró el cubo.
La chica tira el cubo y se acerca hasta donde estoy. Me agarra de la camisa y me tira hasta que logra ponerme en pie. Una vez de pie se coloca enfrente mía, por lo que ya le puedo distinguir una piel clara y unos claros ojos grises.

-¿Que hago aquí?- Le pregunto con una voz débil por la falta de fuerzas.
Ella me agarra del mentón y me levanta la cabeza
- Sólo te lo voy a decir una ver- Habla con voz clara, seria y concisa- Estás secuestrado. No hables, no te muevas, no hagas nada. Ten cuidado, si haces esto, no te haremos nada.

Se giró y se dirigió hacia la única puerta de la sala cuando escuchó a su espalda una sonora carcajada.
Tras reírme, al verla girarse ví como su rostro había cambiado. Su calmada tez había dado paso a una expresión de rabia.
Se volvió acercar a mi y violentamente me agarró del cuello de la camiseta.
-¿Porqué te ríes?- Me espetó con furia.
-Creéis que va a ser fácil, pero no. Creéis que tengo mucho que perder, pero no os dais cuenta que no tenéis nada que ganar. ¿De verdad pensabais que alguien pagaría un multimillonario rescate? No seas ilusa. Además, ahora me tenéis como un problema. Nada que ganar, pero algo que perder.

Mis propias palabras causaban un efecto relajante en mí. Sabia que tenia razón. Y ella también. Su piel se volvió rosada por la inquietud.

Mi sonrisa cínica la ponía cada vez mas nerviosa.
No pudo más y me golpeó con su rodilla violentamente contra la boca de mi estómago. La sangre salió de mi boca mientras clavaba mis rodillas en el suelo.
Me empujó otra vez hacia la pared y volvió a irse, cerrando la única vía de luz de la habitación.

lunes, 17 de diciembre de 2007

TERCERA PARTE: APOCALYPSE AND REBIRTH

Por fin me soltaron en el frío suelo de lo que parecía una laboratorio y se me presentó un hombre vestido con bata blanca que me resultó muy familiar, levanté la cabeza y lo escudriñé, en silencio, ¿lo conocía? De pronto los recuerdos llegaron hasta a mí como un vendaval, aquel hombre que tenía delante era el profesor Thomas, me había dado clase de ciencias en el instituto, ¿qué demonios hacía allí? Pareció reconocerme, y se turbó imperceptiblemente. Ordenó que alguna de sus ayudantes me diera un baño y me pusiesen ropa limpia. Me miré en el espejo: era como volver al instituto: llevaba un vestido blanco y sandalias, además mi cabello volvía a brillar como no lo había hecho en años: con reflejos rubios sobre la larga melena castaña. Aquellas mujeres no eran demasiado simpáticas y a empellones me metieron en otra estancia, completamente blanca y aséptica, comparado con el mundo exterior aquello era un lugar de lo más discordante.

No me explicaron demasiado, únicamente que yo no conocía el alcance de mi poder y que me necesitaban para que las cosas avanzaran y el mundo volviese a ser lo que era, o al menos cambiase para mejor. No entendía mi papel principal en todo aquello, solo sabía que cuanto más tiempo pasaba más débil me encontraba, pues los experimentos a los que me sometían me dejaban destrozada, en todos los sentidos. Sólo vivía por el recuerdo de Clive, al que sabía que nunca más vería, jamás. Me aferré a esos pensamientos, a sus labios sobre los míos, a su cálida mano sosteniendo mi mentón, tendrían que matarme para que olvidase aquello. Los meses pasaban y ya no daba más de mí, debían haberse confundido, pues no obtenían ningún resultado, yo no debía ser aquella a la que buscaban, estaba tan enferma que ni podía crear fuego... iba a morir sin remedio, o eso pensaba yo.

El doctor Thomas (ahora se hacía llamar así) entró un día en mi celda y me habló, quedamente.
- Los experimentos no están dando sus frutos por una única causa que no nos habíamos parado a pensar, estás embarazada, ¿lo sabías?- debí abrir los ojos como platos, porque el profesor se echó hacía atrás y todo, ante el cambio de mis rasgos. Negué con la cabeza, en aquellos tiempos no es que hubiese muchos modos de prevenir esas cosas, debería haberlo imaginado, pero lo que sentía cuando estaba con Clive nublaba todos mis sentidos.
- Si le hacéis daño a mi bebé os aseguro que vuestros experimentos no os darán el resultado que esperáis, os lo juro.
- ¿Qué quieres qué hagamos con él?- me estaba dando la oportunidad de salvar al hijo de Clive, al menos era algo. Sopesé las posibilidades, ¿tendría mi pequeño los poderes de su alto papá o tal vez fuera mediocre como su joven madre? En esos momentos me daba igual, lo único que quería era que viviese, que tuviese la oportunidad de saber lo que era el mundo, o sus restos.
- Cuando nazca, llévalo con su padre, es el hombre que estaba conmigo cuando me apresaron.

No se habló más del tema, el tiempo pasaba, y pensar en el niño que crecía en mis entrañas me ayudaba a continuar, a seguir adelante en aquel mundo que había dejado de tener sentido para mí hacía ya bastante tiempo. Ni siquiera lo vi cuando nació, no me dejaron saber si era niño o niña, así que... no tuve tiempo de darle un nombre, Clive elegiría bien, de eso estaba segura. No me dieron tiempo ni de a llorar a aquel bebé que no había llegado a conocer, y los experimentos se retomaron enseguida. Esta vez me dejé vencer, y sabía que iba a morir, mientras mi bebé estuviera bien, el resto no importaba, eso quería pensar, más cuando descubrí la cruel verdad, el mundo iba a volver a girar vertiginosamente, y esta vez ni las máquinas de los burócratas del metal iban a poder repararlo.

Me llevaban atada, hacía un nuevo estudio cuando oí el llanto de un bebé, en primer momento pensé imaginarlo, pero cuando el sollozo del niño llegó perfectamente a mis oídos la furia se apoderó de mí, el fuego impregnó mis manos y disparé a los enfermeros que me sostenían, cayeron al suelo, muertos, y no me importó. Me arranqué las ataduras y entré en la sala de la que provenían los ahogados llores del bebé, los que lo custodiaban sufrieron el mismo sino que los que me sostenían a mí hacía unos momentos. Me acerqué a la incubadora y pude ver a un bebé, aparentemente sano que gritaba enfurruñado. Lloré sobre el cristal que lo separaba de mí, y usando un poco de mi poder ígneo lo rompí y tomé a mi hijo entre mis brazos. Era un varón, y aunque no le habían dado nombre sabía que era el mío, en su placa identificativa se leían mis datos, los míos y los de Clive. ¿Cómo los habrían conseguido? Los de la madre era obvio que con los extenuantes experimentos a los que me sometían, pero los de mi amado... No, no y mil veces no. Con el bebé en brazos me recorrí todo el edificio, acabando con aquellos que osaban cruzarse conmigo. Me acababa de perder en la zona baja del laboratorio cuando encontré la puerta que buscaba, Clive estaba dentro. Levanté la mano y una llamarada echó abajo la puerta. Entré con el niño en brazos y lo encontré, encadenado a una pared. Con el mismo sistema lo dejé libre y lo bañé en besos.

Estaba más débil que lo que yo esperaba, y se alegró mucho de verme, pero se estaba muriendo, y yo con él... si desaparecía ya nada tendría sentido, porque nuestro hijo se quedaría sin nadie que lo cuidase. La culpa era mía, no debería haber dado datos sobre el padre del niño que sostenía en brazos. Empecé a llorar, y Clive, como siempre me abrazó, dándome todas esas cosas que siempre compartíamos. Me dijo algo que jamás me había dicho, dos palabras que me derrumbaron aún más, le besé y correspondí con un te quiero manchado de lágrimas, de sollozos y de desesperación. Luego le dejé coger al niño y elegimos un nombre: Johny, como el tío de nuestro pequeño hijo. Sin embargo aquel momento idílico de familia feliz duró poco, porque mi amado Clive murió minutos después, prometiéndome que me esperaría, más allá de las estrellas. La pena en esos momentos se hizo eco en mi persona y el fuego, la destrucción y la devastación arrasaron aquel lugar, primero el laboratorio, después la ciudad, y más tarde, el mundo, acabé con todo: con las personas, con los animales, con todo lo que había quedado en pie tras el primer Apocalipsis, y me quedé sola, en medio de la nada.

Allí estuve, como una muñeca rota, flotando, contemplando como el universo se perdía de mi vista, como la nada absorbía aquella destrucción, quizás fuera cierto, y yo pudiera cambiar las cosas, pero... aquello era irreal, había matado a todo el planeta, y ni siquiera era capaz de tener reacciones al respecto. Cuando llevaba allí un tiempo indefinido una voz me habló, no estaba segura de quien podía querer parlamentar conmigo en ese infinito limbo, más el sonido de las palabras pronunciadas en mi idioma me sacaran de la animación suspendida en la que hallaba y puse todos mis sentidos en ella: me proponía un cambio ventajoso para todos: el mundo volvería a ser lo que era antes de aquel aciago mes hacía ya cuatro años, nadie poseería poderes y ninguno de los implicados recordaría nada, únicamente yo, que tendría que cargar sobre mis hombros con la sabiduría de que el mundo se había destruido por mi culpa. Lo cavilé, durante unos momentos, seguramente no volvería a ver a Clive, le añoraría toda mi vida, pero al menos estaría vivo, en algún lugar. Asentí, y lo que pasó luego fue tan extraño que casi no lo recuerdo: seguramente el limbo se fusionó con otros mundos, o tal vez se replegó sobre sí mismo, ni siquiera me pregunté a quien pertenecía aquella voz neutra. El caso es que una vez que abrí los ojos me encontraba en casa, desayunando con la familia.

Mi madre me puso delante los cereales y no lo pude evitar, me puse a llorar como una cría y la abracé, como sino la hubiera visto en años, cosa que a agrandes rasgos no era del todo cierto. También estuve mucho más cariñosa de lo normal con mi padre y el pequeño Sam, mi hermano de nueve años. El mundo no iba a acabarse, no iban a haber nevadas ni otros desastres naturales, pero no volvería a ver a Clive. Prefería no pensar en ello, de modo que reviví mi juventud, aunque de un modo diferente al esperado, prefería ser miembro del club de debate que animadora, y cambié mi forma superficial de ver las cosas, de ese modo conocí a grandes amigos y me di cuenta que la vida podía merecer la pena. Estaba en una ONG y era cooperante de Naciones Unidas, no iba a permitir que el mundo se fuera al traste, y mucho menos por mi culpa.

Ya han pasado cuatro años del día en el que tuvo que acabar el mundo y todos seguimos vivos, estoy en la universidad y amo mi vida, aunque nunca podré olvidar a quien fue mi verdadero amor: Clive Sanders, el hombre con el poder de atravesar aguas. Aquí estamos de nuevo, entrando en el campus y saludando a todos, como el pasado septiembre, este año tengo literatura contemporánea, y básicamente llego tarde, cruzo el umbral a toda velocidad y casi me choco contra un hombre alto que estaba cerrando.

- Perdón...- mascullo, más los libros se me caen de las manos y todo. El joven, que rondaba la treintena me los recoge educadamente y me los tiende, con una media sonrisa en la boca, en primer lugar me parece absolutamente imposible, pero me doy cuenta rápidamente que el mundo era un pañuelo. Me siento y le observo, no ha cambiado nada, está igual de guapo, sin embargo parece más... abierto, aunque ese aura de misterio que le rodeaba antaño aún lo hace, y encima es profesor, eso le da más puntos, si es que necesitase algo más para encantarme.
- Chloé- murmura Sandra, mi amiga y la chica junta a la que me he sentado- ¿conoces de algo al buenorro de literatura?-sonrío y me encojo de hombros, aunque lo contase nadie se lo creería.
- Digamos que no me importaría que me diera clases particulares- ¿qué puede saber nadie? Yo soy la única que conozco el secreto de los mutantes del mundo futuro, soy la persona conocedora de que ese hombre y yo habíamos tenido un hijo en una realidad paralela, y ahora vuelve a estar ahí, frente a mí, y mis sentimientos son exactamente los mismos, resta esperar que pueda volver a conquistarlo, me di ánimos mentalmente, ¿si una vez lo conseguí por qué no dos?

FIN

viernes, 14 de diciembre de 2007

SEGUNDA PARTE: APOCALYPSE AND REBIRTH

Los cuatro éramos inseparables y cada uno a nuestra manera, queríamos mucho al resto. Ahora manejaba algo mejor mi poder, pero seguía siendo débil y nada útil en una batalla real. Aquel día, durante unos angustiosos momentos, las cosas estuvieron tensas, pero si os soy sincera, no cambiaría aquellas horas, ni por todo el oro del mundo. Entrenábamos junto al río, Clive me ordenaba que me tranquilizase, se suponía que debería ser capaz de evaporar algo de aquella masa acuosa, más no lo era, y me estaba desesperando, otra vez. Oímos un ruido, antes de aquello sólo había oído rumores, de manera que no me lo creí hasta que no lo ví con mis propios ojos: decían que había un grupo de gente poderosa, superviviente que no tenía poderes, pero contaban con los mayores avances tecnológicos, y ansiaban los poderes de aquellas personas de a pie.

La máquina se acercó a nosotros sin que la notásemos y empecé a saltar fogonazos, como siempre, Clive me estaba gritando algo, pero no me di cuenta de nada, simplemente caí hasta el fondo del ponzoñoso río y algo me atrapó, me quedé enganchada y no podía moverme, era tan irónico... había sobrevivido al fin del mundo y ahora mi vida se acababa de aquella forma tan estúpida. Mi alrededor se apagó de pronto, y cuando volvió a iluminarse mi maestro me tenía entre sus brazos, más cerca de lo que nunca había estado de él. Repitió mi nombre varias veces y cuando por fin se cercioró de que me encontraba bien me estrujó contra su rudo cuerpo. Se me saltaron los colores y todo, y no pude más que devolverle el abrazo.

Jonathan y Danielle llegaron al poco, para tranquilizarse tras que mi amiga curase mis heridas. Gracias a Dios que el hermano de Clive y la francesa no vieron aquel extraño suceso que acababa de producirse, pues me moriría de vergüenza. Sin embargo, aquel momento marcó un antes y un después en mi vida: me había enamorado de Clive irremediablemente, ahora era plenamente consciente de aquel hecho, y me sentía aterrada ante las posibilidades que se abrían ante mí. La actitud de él también había cambiado, y supuse que se debía a lo que había estado a punto de pasarme, pero, si me fijaba bien no había cambiado únicamente él, sino también Johny y Danielle, todos me cuidaban en exceso, y aquello era altamente sospechoso.

No me atrevía a hablarlo con los chicos, por eso decidí acorralar a la francesa y preguntarle, no saqué nada en claro, únicamente que todos estaban preocupados, sobre todo Clive, y aunque aquello me gustó, no logró convencerme, se me estaba ocultando algo, algo que era importante y que deseaba saber con urgencia. Si Danielle no me contestaba lo mejor sería hablar con el hombre que me había salvado aquel día, así lo hice, me encontré con Clive y se lo pregunté a bocajarro, tras un minuto de incómodo silencio se sinceró conmigo: aquellos tipos parecían buscarme a mí y al saberme muerta se fueron, no intentaron ni acercarse a él. Aquello me aterró, casi tanto como los brazos del alto hombre alrededor de mi empapado cuerpo cuando me rescató del río.

Un débil “¿Por qué a mí?” subió de mi garganta hasta mis labios y tuve que sentarme, mis manos cayeron en mi cara y empecé a sollozar, como una cría. Oí el suspiro de Clive y luego lo noté arrodillarse frente a mí, su manaza retiró las mías del lloroso semblante que ahora poseía y me secó las lágrimas con la mano que aún le quedaba libre.
- Chloé, no voy a dejar que te hagan daño, ¿de acuerdo?- ¿por qué tenía que decir esas cosas si luego me trataba de aquella manera? Como a una niña diez años menor que necesitaba refugiarse tras sus amplias espaldas. Me maldije por ser tan débil.
- ¿Por qué? ¿por qué necesito qué me protejáis siempre como a una niñita indefensa?- no hubiera deseado que me hiciese ninguna aclaración, pero las palabras escaparon de mi control y se dispersaron en el aire que corría a nuestro alrededor. Él sonrió, pocas veces lo hacía, de modo que verle así hizo que volviera a sonrojarme, hasta la raíz delcabello, era tan guapo, tan hombre y yo... yo era como una muñeca, sin encanto y sin atractivo. Me hubiera gustado desaparecer de aquel lugar, perderme en alguna cloaca, o de momento salir de su alcance visual, pero no pude.
- No te considero débil- se encogió de hombros, como si esa aclaración diera por resueltas mis dudas. Fruncí el ceño, que ahora tenía un aspecto horrible, entre las cejas unidas y las lágrimas parecía cualquier cosa menos bonito- creo que necesitas experiencia, nada más- asentí sin demasiado convencimiento y su mano viajó hasta mi mejilla, para acariciarla, ¿quién podría pensar qué un hombre tan solitario como Clive podría hacer unas caricias tan dulces?

Temblando como una hoja de papel cerré los ojos y dejé que aquella mano recorriera toda mi cara, las mejillas, la frente, la punta de la nariz, la frente, en determinado momento cayó sobre mi cuello, para subir hasta mis anhelantes labios. Después la alejó, para colocar aquella y la otra alrededor de mi cintura, me estremecí, pues nunca había tenido ocasión de estar así con nadie, y entonces ocurrió, mis labios no se sintieron solos mucho tiempo, pues los de Clive fueron a hacerles compañía enseguida, con suavidad dejó que nuestras bocas se acariciasen, y finalmente las entreabrimos, para permitir que nuestras lenguas se uniesen también al juego. Aquello era, con diferencia, lo mejor que me había pasado en cuatro años, había besado a otros chicos cuando aún existía el instituto, pero esto era completamente diferente, el mundo era distinto, y yo... era otra persona.

Mis brazos subieron lentamente por todo su pecho hasta rodear su ancho cuello. Aprisionó con más fuerza mi cintura y, sin dejar de besarme, se sentó frente a mí, pues continuaba de rodillas. Me sentía morir, en todos los sentidos, y él también debió notarlo, pues separó nuestros labios un segundo. Me temblaba todo el cuerpo, si debía pasar algo más estaba preparada, más él no lo sintió oportuno y únicamente me besó. Miré el cielo nocturno, estaba anocheciendo, y la verdad es que no era nada seguro quedarnos por allí. A paso lento llegamos hasta el refugio, ni Jonathan ni mi amiga se dieron cuenta de lo que había cambiado entre nosotros, pero esa noche dormí abrazada a Clive, él me estaba dando un tiempo que yo no necesitaba. En cualquier caso aquella noche lo único que compartimos fueron caricias y confidencias.

Ya nada volvió a ser igual, recuperé poco a poco la sonrisa y no me sentí sola nunca más, Clive seguía siendo serio, distante, pero yo era tan consciente de lo que compartíamos como que el mundo había acabado hacía ya cuatro largos años. Entrenábamos mucho más duro, y Danielle y Johny se unieron a nosotros y conocí el secreto mejor guardado de los Sanders: no eran hermanos de sangre, la familia de Clive había adoptado al joven cuando era un niño, más su relación solo podía ser de verdadera hermandad. Clive siempre cuidaba del melenudo, y éste tenía en su hermano mayor a su mejor amigo y a su confidente. Danielle y yo nunca tendríamos ese tipo de relación, pero era mi mejor amiga, y era la única familia que tenía, de modo que debía cuidarla también, porque aunque fuese peculiar, y a veces pareciese egoísta, ella también me quería, como a la hermana pequeña que nunca había tenido.

Últimamente se oían demasiados ruidos extraños, y sólo podía ser una cosa: aquellas máquinas habían vuelto a por nosotros, o en el mejor de los casos, a por mí. Estaba muerta de miedo, pero prefería mil veces ser sacrificada a que mis amigos muriesen por mi causa. Aquella noche lo hablé con Clive, que no parecía nada contento con mi decisión, menos piropos, de todo me dijo, y lo peor es que me echaba en cara que no era capaz de luchar, que me conformaba. Le empujé y me di la vuelta, al menos esa noche, no quería hablar con él. Él pareció pensar de modo similar, pues también me dio la espalda. No dormí mucho, iba a levantarme, sin embargo el hombre de gran estatura me atrajo hacía sí y me rodeó con los brazos, más cerca que nunca... besó mis labios, mi cuello, y cada fibra de mi ser, me hizo jurar que no me rendiría, que sería más fuerte que nunca, y asentí, mientras nuestros cuerpos y nuestras almas se transformaban en un solo ser, poderoso e indestructible. Entonces si me dormí, con la sonrisa dibujada en el rostro, con la seguridad de que viviría, uno, dos y hasta mil años si Clive sostenía mi mano. A cada momento me enamoraba más, y aunque nos estuvieran persiguiendo esas máquinas seguía viendo la luz al final del camino, porque él estaba a mi lado.

Tras varias noches de deseos hechos realidad y de incandescente pasión aquellas cosas mecánicas nos encontraron, y tal y como había dicho Clive venían a por mí, ¿qué tendría de especial en aquellos momentos de la historia una chica con poderes menguados en una sociedad en la que todos manejaban a las mil maravillas sus habilidades especiales? No tenía tiempo de plantearme esas cuestiones, pues aquellas máquinas que parecían sacadas de un cuento de terror me cerraban el paso. Mis manos sacudían lava de todos los colores, pero no era suficiente, pues una de ellas logró detenerme y apresarme: una especie de red cayó sobre mí y fui levantada por unas pinzas mecánicas entre mis propios gritos de frustración. Clive intentó alcanzarme, más fue totalmente inútil, sólo consiguió ser lanzando unos metros entre la chatarra. Sollocé en silencio, y vi como su figura se difuminaba entre los coches, que se alejaban, pues aquella red iba hacía algún lugar desconocido.

jueves, 13 de diciembre de 2007

PRIMERA PARTE: APOCALYPSE AND REBIRTH


Esta historia se basa en un sueño que tuve hace algunos meses, se me ocurrió ponerlo por escrito y este es el resultado. Le hice una portada y todo y puse esta dedicatoria.

Que nadie nos quite nuestros sueños, porque en muchas ocasiones son lo único que nos queda, un puñado de ilusiones que se desvanecen cuando intentamos convertirlas en realidades. Esta historia se basa en el sueño que tuve hace varias noches, espero que el mundo nunca se encuentre así de devastado... rezo para que todos nuestros sueños se cumplan alguna vez...
Selene.

Se lo dedico a todas esas personas que no dejaron de soñar, para que vuelvan a mirar el mun onírico, donde todo lo imaginable se hace realidad.

Para mamá y papá, os agradezco el darme la oportunidad de haber nacido.
Para mi querido Azazel, por ser el principio y el fin de todos mis deseos.
Para mi hermano, por creer que los sueños se cumplen.
Para Nicky, por ser la mayor soñadora que conozco.
Para Patrix, por tus ánimos y paciencia.
Para âtri, por no perder jamás la sonrisa.


Hace cuatro años se acabó el mundo, al menos aquel lugar que solíamos conocer con el nombre de planeta tierra. Los fenómenos atmosféricos que arrasaron aquellos días el planeta acabaron con más de la mitad de las personas que lo poblaban, familias enteras fueron destruidas, niños pequeños separados de sus padres, y sobre todo podía sentirse una horrible desolación, la sensación de destrucción que ahora toma el planeta, que ahora es el pan nuestro de cada día y que nos recuerda que aún estamos vivos.

Sin embargo, unos pocos elegidos fuimos los que sobrevivimos, y ninguno de nosotros recuerda del todo que pasó durante ese horrible mes de enero, solo que el cielo se oscureció, que la noche engulló todo lo que nos rodeaba y que un horrible tornado, seguido de la erupción de varios volcanes y de la helada más grande de toda la historia terrestre tomó el planeta que considerábamos nuestro hogar. Entonces todas esas personas que pudimos contarlo nos dimos cuenta de que ya nunca jamás seríamos los mismos, aquellos extraños sucesos nos transformaron, y no sólo mentalmente, sino que nos mutaron, a cada cual de un modo diferente: yo había visto mujeres que vomitaban hielo o creaban tornados, niños capaces de levantar cien veces su propio peso sin despeinarse...

A decir verdad todos los supervivientes tenían poderes increíbles y de considerable magnitud y alcance, todos menos yo, pues mi capacidad era la más absurda de todas las concebibles en aquella época, la más estúpida, y la más inestable: cuando alguien se me acercaba para atacarme mi cuerpo reaccionaba, y solo en esos momentos era capaz de crear objetos incandescentes con mis manos y lanzarlos, ¿por qué tenía un poder dormido? ¿a qué se debía que el resto de personas los controlase cómo si se tratasen de habilidades innatas en ellos? No lo comprendía, y menos entendía porque había ocurrido aquello en la tierra, ¿qué mal habíamos llevado a cabo la raza humana para qué se nos aniquilase de tal manera funesta?

Han pasado cuatro años y aún no logro comprenderlo del todo. Sin embargo, mi historia comienza mucho antes, cuando aún el mundo era digno de ser llamado así. Yo tenía quince años y era feliz: era animadora del equipo del instituto, iba a ir al baile de navidad con el chico más popular y mi vida sólo estaba llena de banalidades que carecían de sentido, pero... solo tenía quince años, ¿qué más podía desear?

Cuando más alto estás más dolorosa es la caída, eso siempre lo supe, pero nunca imaginé que aquel día el tornado acabara con toda mi vida, con todos mis sueños, y con todas mis ilusiones de futuros llenos de gloria. Estaba en el centro comercial con mis amigas, cuando de pronto... no sé exactamente que ocurrió, el viento nos arrastró, después los volcanes explotaron y por último aquella helada, solo recuerdo el aire... el calor... el frío, más cuando me desperté estaba completamente sola, en medio de unas ruinas, y quizás entonces lo entendí todo: el mundo había dejado de ser como era, para siempre. Mis padres, mi hermano... todos, todos se habían ido con los llantos infernales de la naturaleza.

Tras vagabundear por la ciudad como un alma en pena me di cuenta de que las cosas habían cambiado sustancialmente, que jamás volvería a vivir en casa, que mamá y papá habían muerto y que mi pequeño hermano jamás crecería, por si esto no fuera suficiente todo el mundo que había vivido para contarlo: era capaz de hacer cosas increíbles, y yo...solo podía atacar cuando me atacaban, lo descubrí cuando fui hasta casa y vi las cenizas: mis familiares no podían haber sobrevivido, caí en el suelo, frente a casa, y entonces apareció alguien: fue a golpearme, y quizás el odio actuó por mí, pues mis manos comenzaron a arder, y de ellas salieron unas llamas que asustaron al atacante y escapó, pero a mí también, yo era una de ellos... ¿Cómo, cuándo, por qué?

Lo peor de mi poder, era que sólo se activaba cuando yo estaba en problemas de modo que no podía entrenar, ni darme cuenta si había mejorado, me sentía como una extraña entre miles de personajes extravagantes, y esta vez era diferente porque precisamente era la más normal. Jamás me había sentido así en toda mi vida, y esto era... una pesadilla, el mundo devastado y yo... en medio de aquel caos que tanto daño hacía... la vida había dejado de tener sentido.

El tiempo pasaba y mi única compañía era yo misma, una muchacha harapienta que andaba por la ciudad en solitario, más mis pensamientos giraban en torno a lo mismo, la soledad, y así estaba, día y noche, sola y desesperada. Entonces, precisamente el día en que creí cumplir los dieciséis años apareció ella: una muchacha de unos tres años más que yo, decía llamarse Danielle Montnoir, y también estaba sola, más sus poderes eran mucho más eficaces que los míos: era capaz de regenerar heridas, tanto las suyas, como las de los que estaban a su alrededor. En seguida nos hicimos amigas, y vagábamos por el mundo, al menos, ya éramos dos, sin embargo ambas éramos totalmente diferentes: ella, siempre había estado sola, era huérfana y sabía manejarse en los suburbios, era toda luz, mientras que yo, estaba rota por el dolor, era incapaz de volver a levantar el vuelo.

Mi vida hasta ese momento había sido un ir y venir, un aprender a defenderme con diferentes armas, aunque con la llegada de mi amiga las cosas se alteraron, a grandes rasgos eran la misma oscuridad, Danielle y yo nos compenetrábamos y lo pasábamos bien, aunque siempre me sentía sola, de algún modo. Además, tampoco permanecíamos en un grupo demasiado tiempo, queríamos ver el mundo, o mejor dicho, lo que quedaba de él. Mucho tiempo seguimos de este modo, moviéndonos como ratas por el sub mundo y dándonos cuenta que nunca más podríamos volver a ser felices, que el mundo acabó aquel aciago día y que nada resucita, simplemente desaparece.

Aquella mañana hacíamos lo de siempre: absolutamente nada, buscar algo para llevarnos al gaznate mientras recorríamos la ciudad andando por ella, o por lo que quedaba de aquel lugar en el que antaño habíamos vivido otra vida, la mía, sin dudas, mucho más brillante que esta que compartía con la huérfana y con las ratas. De repente escuchamos un sonido, mi amiga, delgada y silenciosa, se llevó un dedo a los labios y me mandó quedarme quieta, como una estatua de sal. El ruido volvió a repetirse y entonces vimos dos fieras sombras, que se cernían sobre nosotras, y a pesar de haber escuchado alta y claramente los consejos de Danielle mis manos empezaron a calentarse, me maldije, una y cien veces, más el calor seguía aumentando, y sin que casi pudiese evitarlo el estallido de llamas apuntó a aquellas dos figuras. Cerré los ojos, no quería matar a nadie.

Tras un eterno minuto de oscuridad en el que me había sumido por cerrar los ojos la luz volvió de golpe: seguíamos en el mismo lugar, en aquel vertedero lleno de coches, fantasmas y de pedazos de recuerdos extintos , y frente a nosotros: dos jóvenes, uno de rubio cabello y pendiente que nos miraba con picardía, y el otro un hombre alto que rozaba la treintena, permanecía con los brazos cruzados, y no parecía precisamente de buen humor. Frente a ellos, un muro de hielo, que había sido destrozado en parte por mi bola de fuego.

- ¿Estáis locas?- preguntó el mayor, que nos estudiaba, como si nos estuviese evaluando, a nosotras y a nuestras habilidades, aunque a decir verdad, parecía contenerse, al menos en cierta medida. El más joven colocó la mano sobre el hombro del otro y esto pareció tranquilizarle, de momento. El rubio de larga melena levantó la ceja, divertido, esperando una respuesta de nuestra parte, aunque en realidad no me miraba a mí, su ojos se clavaron en Danielle, que sostuvo una mirada homóloga.
- No, no lo estamos- conseguí decir entre tanta miradita lasciva, y fue el otro joven, el de ojos oscuros el que me observó- es que...- no me gustaba dar explicaciones sobre mis poderes, y menos a aquel tipo que parecía tan bestia y tan incomprensivo, pero no había otra salida aparente- no controlo del todo mis poderes- dije, resueltamente el hombre calló y no dijo nada más. Nos pasamos toda la mañana charlando con los hermanos Sanders: Clive y Jonathan, y aunque dijeran ser hermanos eran como la noche y el día: mientras que el rubio y dicharachero Jonathan era la alegría de la huerta y parecía un actor de cine, su alto y musculoso hermano hacía de guardia de seguridad, era bastante agrio, y me cayó realmente mal, ¿a qué venía tanta altivez por su parte si acababa de conocernos?

Danielle parecía pasárselo realmente bien con ese muchacho tan superficial, yo, por mi parte, permanecía en mi rincón, como hacía siempre que nos encontrábamos con alguien, no era de muchas palabras, al menos en eso me parecía al hombretón que tenía enfrente. Los cuatro años pasados en las calles me habían transformado: de ser la jovial animadora había pasado a ser una chica a la que no importaba nada ni nadie. Junté las manos, como cada vez después de usar mi habilidad ígnea, pero el fenómeno no podía llevarse a cabo, al menos a voluntad, y más me frustraba a mí misma verme relegada a un simple adoro.

Esta vez, la compañía nos duró mucho más tiempo del esperado, y no era de extrañar, porque mi amiga se acostaba cada noche con el muchacho rubio. Ya casi no tenía con quien hablar, y aunque no me importase mucho, me sentía aún más sola. Me tiraba por donde podía y esperaba que llegara la noche, donde me sentía todavía más insegura, en cualquier caso la vida era un infierno. Aún no sabía cual era el poder de nuestro otro compañero, pero me daba palo preguntarle, no deseaba que pensara que me caía bien, porque no era cierto, de ninguna manera. Ese día lo descubrí. Clive estaba apoyado en uno de los tantos coches que habían esparcidos por allí, sobre un charco de proporciones bastante reducidas. Apoyó la mano en él y vi, con ojos aterrados, como penetraba en el agua sin despeinarse, casi al momento apareció de otro charco que se encontraba detrás de mí.

Desde aquel día entrenaríamos juntos. La idea me gustaba tanto como él, absolutamente nada, pero quizás si alguien me ayudaba las cosas fueran a mejor, aunque al principio pensar así era estúpido, no hacía ningún avance, y sólo cuando me asustaban era capaz de reaccionar. Intentos inútiles, uno tras otro se amontonaban en un círculo que parecía no tener fin, tiré la toalla miles de veces, pero Clive no me dejaba abandonar, se había empecinado en enseñarme y parecía el tipo de personas que no paraban hasta que conseguían lo que se habían propuesto. En el fondo, ya entendía su forma de ver las cosas: era bastante severo, pero no es que fuese malo, es que era estricto, responsable, y se preocupaba por las personas, aunque de un modo bastante personal. Tras varios meses entrenando me di cuenta de que... me gustaba, de alguna manera.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

SEAN BIENVENIDOS TODOS

En el fondo este es otro modo de expresarme y bueno, me ha parecido justo, creo que está bien.
Este es el Mirador de la Luna, lugar en el que expondré mis relatos, o simplemente mis poesías o historias cortas. No sé si habrá cabida para los fan fics, pero espero que sea de este modo, porque he decidido que voy a centrarme en otro tipo de historias, me gustaría que escritores amigos participarán (se lo pediré a Nicky, a Patrix, a Di, A Verseau y a Eithel, si me hace el honor, aunque tal vez me mande a freís espárragos xD, quizás también a mi chico, que tiene mano, pero no sé).

Muchas gracias por entrar en mi Reino Mágico, pero no deseo que solo sea mío, quiero que me ayudéis, porque vosotros sois la salsa de esto. Muchas gracias y bienvenidos de nuevo al Mirador de la Luna de Ajito/Selene ^^

También decir que las imágenes utilizadas son en su mayoría de Victoria Francés, mi ilustradora favorita, todos los derechos reservados, y de autores que no conozco, pero que también quiero que tengan sus derechos. Muchas gracias por vuestras maravillosas ilustraciones, habeís cmabiado mi vida, de algún modo ^^